En Daybreak Henri trató de ser parte de la vida de los
discapacitados, asumió las tareas de ayudante durante las mañanas, y la
escritura y otros deberes pastorales en la tarde. Allí encontró a Adam Arnett,
el miembro discapacitado al que se le encomendó cuidar, y del que Henri tanto
aprendió; fue una presencia constante a lo largo de los años siguientes en la
vida de Nouwen, incluso después de la muerte de Adam, pues se convirtió en
arquetipo del mismo Jesús. Las enseñanzas de Henri durante estos años ganaron
en sencillez y calidad espiritual, e invitaban a lo mismo a sus interlocutores.
En sus conferencias se hizo habitual el estar siempre acompañado de alguno de
los miembros discapacitados de la comunidad.
La fama de Henri Nouwen traspasó los límites
de Norteamérica, las ediciones de sus libros se multiplicaron. Pero aquella
inquietud y ansiedad que estaba presente en Henri desde su misma infancia,
aquel deseo insatisfecho seguía provocando dolor en él. A finales de la década
de los 80 tuvieron lugar dos acontecimientos en la vida de Nouwen: en 1988
sufrió un grave hundimiento emocional y pasó varios meses bajo tratamiento en
un centro especializado en Winnipeg; en 1989 fue golpeado por un camión
mientras caminaba por la orilla de la carretera, cerca de Daybreak. Ambos
acontecimientos le hicieron reflexionar acerca de las cuestiones fundamentales
de la vida y de la fe.
La causa del quebrantamiento emocional estuvo
en el deterioro de una amistad íntima; Henri, que había asumido conscientemente
el celibato sacerdotal sentía no obstante la necesidad de ser especial para
alguien; siempre tuvo dificultades en sus relaciones afectivas, de las que se
volvía tremendamente dependiente. En ese momento se derrumbó completamente, se
sintió incapaz de mantener sus compromisos pastorales, y se vio obligado a
abandonar temporalmente Daybreak para seguir durante un período tratamiento
psicológico y orar lejos de su comunidad, a fin de encontrar orientación. De ese
tiempo salió uno de sus libros más hermosos e intensos, “La voz interior del amor”. Henri siempre tuvo problemas con su
cuerpo, y comprendía que era un momento para crecer en aceptación. En Winnipeg
Henri encontró terapeutas cristianos que le ayudaron a reforzar su compromiso y
sus dones espirituales, y comenzó un profundo camino de contacto con su
corporalidad. Entre otras cosas Henri aprendió a conocer y valorar sus
sentimientos y emociones, aprendió a distinguir afecto de erotismo, a dejarse
abrazar y tocar, y comprendió además la importancia de la dieta y el ejercicio.
Al final, y tras haber superado el momento crítico, Henri decidió volver a su
comunidad, aun sin haber terminado el tratamiento.
La década de los 90 fue el último tramo del
camino de Nouwen en busca de un hogar definitivo. Su estadio de ánimo mejoró y
escribió casi un libro anual, visitaba comunidades de El Arca de todo el mundo,
incluidas Latinoamérica y Ucrania, daba retiros a sacerdotes católicos y
pastores protestantes, pronunciaba conferencias y charlas, en Europa, Canadá y
Estados Unidos. El amor de Henri por la gente le hacía viajar continuamente, y
su inquietud espiritual le llevaba a descubrir nuevos caminos; se sintió
subyugado por una familia de trapecistas que actuaba en un circo, y les
acompañó en una gira. Cuando alguien le preguntó si se había convertido en el
pastor de esa familia, contestó: al contrario, ellos son mis ministros. Henri
Había descubierto en los números del trapecio una sugerente parábola
espiritual. Así como uno de los trapecistas se lanza al aire para que el otro
lo agarre, así también debemos nosotros lanzarnos hacia Dios y confiar en que
Él nos agarrará.
En este período algo estaba cambiando en el
mundo interior de Henri: un cambio de consciencia e identidad personal le
estaba llevando a interrogarse sobre aspectos fundamentales de su vida, de su
trabajo; intentaba escribir también de una manera nueva; quería integrar el
arte a su espiritualidad de forma más plena, por eso profundizó su amistad con algunos artistas.
En un escrito de 1992 reconoce: “Hay en
mí una nueva apertura e identidad con la humanidad”. Esta apertura abarcó
también la espiritualidad no cristiana, pero el centro de toda su
espiritualidad siguió siendo Jesús, la condición humana rota, la resurrección,
la eucaristía. Un ejemplo está en uno de sus libros más notables, “Tú eres mi amado”, en el que afirma que
por difícil que se torne la vida, por muy real que sea la sombra y el peligro
que nos amenaza, siempre somos los amados de Dios; nuestra vida se convierte en
eucaristía, y nosotros mismos nos convertimos en pan y vino, cuerpo y sangre,
sustento espiritual para otros. En los
últimos cinco años de su vida habló también mucho de la muerte como el
definitivo regreso al hogar, como liberación
Esta síntesis biográfica es inevitablemente
parcial; he pretendido presentar lo más significativo de la biografía de
Nouwen, pero muchas cosas han quedado fuera. Espero que el resto de este
trabajo ayude a llenar los espacios vacíos y completar la imagen de este
maestro espiritual, que murió un 21 de septiembre de 1986, mientras atravesaba
su Holanda natal para ir a Rusia donde tenía acordado realizar un documental
sobre la pintura que inspiró uno de sus libros más conocidos: “La parábola del hijo pródigo”. Henri
parecía más feliz que nunca, había estado disfrutando de un año sabático, y
escrito cinco libros; de pronto, tras un infarto, su vida se apagó.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.