"Las
manos y los pies de Jesús no eran las manos y los pies de cualquiera:
eran los signos de su presencia corporal real. Fueron las manos y los
pies de Jesús los que quedaron marcados con las llagas de su
Crucifixión. El hecho de que Jesús se hizo reconocer por sus discípulos
mostrándoles su cuerpo llagado tiene una gran importancia espiritual. La
resurrección no borró sus llagas, sino que las convirtió en parte de su
gloria. Se conviertieron en llagas gloriosas.
Jesús
es el Señor que vino a salvarnos muriendo en la Cruz por nosotros. Las
llagas en su cuerpo glorioso nos recuerdan el camino por el que somos
salvados. Pero también nos recuerdan que nuestras propias heridas son
mucho más que pasos en dirección a Dios. Nos muestran nuestro propio
modo único de seguir a Jesús sufriente, y están destinadas a la gloria
en nuestra vida de resurrección. Así como Jesús fue reconocido por sus
llagas, también lo seremos nosotros.
Este misterio es difícil de entender, pero tiene la más grande importancia para ayudarnos con nuestra propia debilidad".
Henri Nouwen ("Semillas de esperanza")
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