Fue Michael
Ford quien reveló a los lectores de Henri Nouwen su condición homosexual, al publicar
“Henri Nouwen. El pastor herido”, en
el año 1999. En esta excelente biografía, la vida de Nouwen aparece dividida en
tres momentos: corazón, mente y cuerpo. En un capítulo de la segunda parte,
titulado “Iconos” el autor comenta sobre los esfuerzos de Henri por hallar su
auténtica identidad ante Dios; parte de esa identidad era su condición de
célibe, algo que Henri valoraba altamente, pero también había algo secreto que
formaba parte de ella, y que cargaba como una cruz: su condición homosexual.
Para algunos la incansable actividad de Henri, sus libros, sus charlas, sus
viajes, eran un intento inconsciente de apartarse de esa verdad interior que no
sabía o no podía asumir.
A finales de la década de los 60 Nouwen abordó
por primera vez el tema homosexual en un artículo para una revista
norteamericana; en él abordaba el tema con un enfoque cristiano distendido y
sin miedos. También escribió sobre el tema un ensayo en el que hablaba sobre la
necesidad de que las personas homosexuales fueran ellas mismas en todas las
circunstancias de modo que preservaran su salud espiritual y emocional. Luego,
según recuerdan sus alumnos, en la década de los 80, en Harvard, asumió un
enfoque radical y crítico respecto al tema, afirmando que la homosexualidad era
intrínsecamente mala y que el único modo de ser aceptables a Dios era aceptando
vivir una vida célibe tal y como enseñaba la Iglesia Católica. Para muchos esa
postura chocaba con su habitual visión compasiva de la realidad, y algunos apuntan
que Henri se debatía entonces con sus propias dudas y su postura era un modo de
advertirse a sí mismo acerca de los límites. Estas luchas estaban vinculadas
siempre a períodos depresivos, y Henri buscó ayuda en un centro dirigido por
franciscanos de Nueva Orleans que atendía homosexuales de ambos sexos. Fue allí
donde conoció a un pintor, que antes había sido monje, y a quien le encargó la
pintura de un icono que le ayudara a encauzar espiritualmente sus
sentimientos y emociones homosexuales.
Robert Lentz dibujó para Nouwen a un Cristo sentado en su trono, mientras
alguien se le acerca de forma respetuosa; le llamó a esta pintura “Cristo, el
novio”. Este cuadro fue para Nouwen una metáfora de su lucha y su liberación...
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