“Cuando los
dos discípulos reconocieron a Jesús en la posada de Emaús, Jesús <desapareció de su presencia>
(Lucas 24,31). El reconocimiento y la desaparición de Jesús son uno y el mismo
acontecimiento. ¿Por qué? Porque los discípulos cayeron en la cuenta de que
Jesús, Señor nuestro, vivía en ese momento en ellos…que se habían convertido en
portadores de Jesús. Por tanto, Jesús no está ya sentado al otro lado de la
mesa, como un extraño, su invitado, el amigo con el que pueden hablar y que
puede darle buenos consejos. Ha llegado a ser uno con ellos. Les ha dado su
propio Espíritu de Amor. El compañero de
viaje se ha convertido en el compañero del alma. Ellos están vivos, pero no son
ya ellos mismos, sino Cristo viviente en ellos. (Gálatas 2,20)"
Henry Nouwen
Pan para el
viaje
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