“El regreso del hijo pródigo está
lleno de ambigüedades. Está viajando por el camino correcto, pero ¡qué confusión! Admite que es incapaz de recorrerlo
por sí mismo y reconoce que estaría mejor tratado como esclavo en casa de su padre que como
paria en una tierra extranjera; sin embargo, aún está lejos de fiarse del amor
de su padre. Sabe que todavía es el hijo, pero se dice a sí mismo que ha perdido la dignidad de ser llamado
“hijo”, y se prepara para aceptar la condición
de “jornalero” y así poder al menos sobrevivir.
Hay arrepentimiento, pero no un arrepentimiento a la luz
del inmenso amor de un Dios que perdona. Es un arrepentimiento interesado, que
ofrece la posibilidad de sobrevivir. Conozco muy bien este sentimiento. Es como
decir: “Bueno, no puedo hacerlo yo sólo, tengo que reconocer que Dios es el
único recurso que me queda. Iré a Él y le pediré que me perdone, con la
esperanza de recibir un castigo mínimo y de que me permita sobrevivir haciendo
trabajos forzados.”
Dios sigue siendo un Dios severo, un Dios justiciero. Es este Dios
quien hace que me sienta culpable y que me preocupe y que resuenen en mi
interior todas estas disculpas. La sumisión a este Dios no da la verdadera libertad
interior; lo único que hace es alimentar amargura y resentimiento.” (Continúa)
HENRI NOUWEN. "El
Regreso del Hijo Pródigo"
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