“Uno de los grandes retos de la vida espiritual es
recibir el perdón de Dios.
Hay algo en nosotros los humanos, que nos hace
aferrarnos a nuestros pecados y nos previene de dejar a Dios que borre nuestro
pasado y nos ofrezca un comienzo completamente nuevo. A veces, parece como si
quisiera demostrar a Dios que mi oscuridad es demasiado grande como para
vencerla. Mientras Él
quiere devolverme toda la dignidad de mi condición de
hijo suyo, yo sigo insistiendo en que me contentaría con ser un jornalero. Pero ¿realmente quiero
que se me devuelva toda la responsabilidad del hijo? ¿Realmente deseo que se me
perdone totalmente y que me sea posible vivir de otra forma? ¿Tengo la
suficiente fe en mí mismo y en una enmienda tan radical? ¿Deseo romper con mi
tan arraigada rebelión contra Dios y rendirme a su amor tan absoluto que puede
hacer que surja una persona nueva? Recibir el perdón implica voluntad de dejar
a Dios ser Dios y de dejarle hacer todo el trabajo de sanación, restauración y
renovación de mi persona. Siempre que intento hacer yo sólo parte del trabajo,
termino conformándome con soluciones del tipo “convertirme en jornalero”.
Siendo jornalero puedo seguir manteniéndome distante,
puedo seguir rebelándome o quejándome del salario. Siendo el hijo amado, tengo
que exigir mi dignidad y empezar a prepararme para llegar a ser el padre.”
HENRI NOUWEN. El regreso del hijo pródigo.
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