"Amado Señor, estaré siempre insatisfecho, tenso y
desasosegado hasta que me halle completamente en paz en tu casa... No hay
ninguna seguridad de que mi vida sea más fácil en los años venideros, o de que
mi corazón se calme. Pero existe la certeza de que me aguardas y me darás la
bienvenida al hogar cuando haya perseverado en mi largo viaje hacia tu
casa." (Henri Nouwen.)
"Al momento de su muerte, en 1996, Henri Nouwen era uno de
los más populares e influyentes escritores espirituales de su época. A través
de docenas de libros invitó a innumerables personas a penetrar más
profundamente en la vida espiritual, en la intimidad con Jesús y la solidaridad
con un mundo herido. Gran parte de su impacto vino de su franca disposición a
dejar ver su propia herida. Esta honestidad confesional fue un rasgo céntrico
de su mensaje. La vida espiritual, insistía, no está sólo destinada a los
santos o a la "gente perfecta". Por el contrario, el llamado de Jesús
se dirigía a la gente ordinaria, que es débil y claudica, a todos nosotros en
nuestra imperfección y humanidad. "Hemos sido elegidos para hacer de
nuestro propio, limitado y muy condicionado amor, la puerta de entrada al
ilimitado e incondicional amor de Dios." Era un llamado a la conversión, a
la curación, una invitación a volver al hogar.
La búsqueda de este verdadero hogar fue un motivo constante
en la vida y en los escritos de Nouwen. Nacido en Holanda, donde fue ordenado
sacerdote, Nouwen pasó la mayor parte de su vida en los Estados Unidos. Enseñó
en prestigiosas universidades norteamericanas, incluyendo Notre Dame y la Yale
Divinity School. Fue durante esos años de la década de 1970 cuando comenzó a
surgir como el popular escritor de libros tales como Abriéndonos, Intimacy (Intimidad)
y El sanador herido. Si bien obtuvo rápidamente seguidores fieles, Nouwen
experimentó un desasosiego y una ansiedad constantes acerca de su lugar en el
mundo. Padecía una excepcional necesidad de afecto y afirmación; había un hueco
dentro de él, que parecía que sólo Dios podría llenar.
En 1974, Nouwen tomó un año sabático para vivir en la abadía
trapense de Getsemaní. La simple enseñanza de la espiritualidad no le era
suficiente; sentía que debía cultivar un centro espiritual propio más profundo.
Su siguiente libro, Diario desde el monasterio, ofreció una conmovedora
narración de su retiro monástico, abriendo, al mismo tiempo, una ventana sobre
sus luchas espirituales: "¿ Qué me impulsaba de un libro a otro, de un
lugar a otro, de un proyecto a otro?" Volvió a Yale pero en 1981 se alejó
para un tipo diferente de retiro, esta vez, entre los pobres de Latinoamérica.
Por último, retornó a los Estados Unidos, convencido de que su vocación era
ayudar a servir de puente entre el oprimido pero devoto pueblo de Latinoamérica
y los cristianos del norte.
En 1982 aceptó una invitación para enseñar en la Harvard
Divinity School. Sus conferencias atrajeron enormes multitudes. No obstante,
esto sólo acentuaba su constante sensación de soledad y aislamiento. Más tarde
escribió con sentimiento acerca de las tentaciones de "ser importante,
poderoso y espectacular" que Cristo sufrió en el desierto. No le
satisfacía ya el brillante estímulo de la vida universitaria, pero ni la
soledad monástica ni la misión en el Tercer Mundo parecían responder a los
deseos de su corazón. En este punto tuvo lugar en su vida un importante momento
decisivo.
A lo largo de los años, Nouwen había visitado una cantidad
de comunidades de L’Arche en Francia y Canadá. En estas comunidades vivían
personas mentalmente incapacitadas, con ayudantes competentes. En el año 1986,
Daybreak, la comunidad de L’Arche de Toronto, invitó formalmente a Nouwen a
unírsele como su pastor. Como observara más tarde, era la primera vez en su
vida que había recibido un llamado tan formal. Habiendo vivido durante muchos
años entre los "mejores y más brillantes", pensó si no sería entre
los "pobres de espíritu" donde finalmente encontraría lo que estaba
buscando. Aceptó con ansiedad el llamado y Daybreak se transformó en su hogar
por el resto de su vida.
Era una vida diferente de todo lo que había conocido antes.
Aparte de sus deberes pastorales, Nouwen vivía como el resto de los demás
miembros de la comunidad en una casa con gente discapacitada. Le fue asignado
el cuidado del adulto más severamente discapacitado de la comunidad, un hombre
joven llamado Adam, quien no podía hablar ni moverse por sí mismo. Nouwen
pasaba horas cada mañana simplemente bañándolo, vistiéndolo y dándole de comer.
Halló que era una ocasión para una profunda conversión interior. Adam no estaba
impresionado por los libros o la fama de Nouwen ni por su genio como orador
público.
A través de este hombre desvalido y mudo, Nouwen comenzó a
experimentar el sentido de lo que significa ser el "Amado" de Dios.
Éste no fue, sin embargo, el fin de sus luchas. Luego de su
primer año en Daybreak atravesó un completo quebranto emocional, sin duda la
culminación de tensiones largamente reprimidas. Durante meses casi no pudo
hablar o abandonar su habitación. Ahora él era el discapacitado, rogando
silenciosamente a Dios por alguna confirmación de su existencia. Con el apoyo y
las oraciones de sus amigos pudo atravesar este período y emerger más en paz
consigo mismo. A este trauma se le añadió un accidente casi fatal, que afianzó
aún más el sentido de su propia mortalidad y un aprecio más profundo por la
maravilla de la vida. Esta comprensión se vio expresada en sus libros
subsiguientes. Allí describía la sensación de "ser enviado: enviado para
hacer conocer a la gente que tiene hambre y sed de amor, el amor abrasador del
Padre". Sus escritos reflejaban un creciente sentido de apremio, como si
intuyera el escaso tiempo que le restaba para compartir todo lo que deseaba
decir.
En una serie de libros reflexionó acerca del desafío de
acoger nuestra muerte como un acontecimiento que da significado definitivo a
nuestras vidas. "La pregunta principal no es ¿cuánto más seremos capaz
todavía de hacer durante estos pocos años que nos quedan de vida? Sino más
bien, ¿de qué manera podemos prepararnos para nuestra muerte, de manera que
nuestro morir sea una nueva forma para nosotros de enviar nuestro propio
espíritu y el de Dios a aquellos que amamos y que nos han amado?"
En el verano de 1996, Nouwen trabajó duramente y completó
cinco libros. Para muchos amigos parecía más feliz y más en paz que nunca;
hablaba con gran entusiasmo de su inminente sexagésimo quinto cumpleaños. Por
tal motivo su repentina muerte, debida a un infarto, el 21 de setiembre, causó
gran conmoción. La muerte le llegó cuando atravesaba su Holanda natal en camino
hacia Rusia, para trabajar en una película sobre su pintura favorita, "El
regreso del hijo pródigo" de Rembrandt. Su cuerpo fue trasladado para el
funeral entre sus amigos y su familia de Daybreak.
Dejó muchos libros en producción. Uno de ellos, publicado el
día que murió, concluía con estas palabras: "Muchos amigos y miembros de
mi familia han muerto durante los últimos ocho años y mi propia muerte no se
halla lejana. Pero he escuchado la voz interior del amor, más fuerte y
profundamente que nunca antes. Deseo seguir confiando en esta voz, y ser guiado
por ella más allá de las fronteras de mi corta vida, adonde Cristo lo es todo
en todo."
(tomado de Todos los Santos de Robert Ellsberg)