jueves, 2 de junio de 2016

ACERCA DE NOUWEN.

"Amado Señor, estaré siempre insatisfecho, tenso y desasosegado hasta que me halle completamente en paz en tu casa... No hay ninguna seguridad de que mi vida sea más fácil en los años venideros, o de que mi corazón se calme. Pero existe la certeza de que me aguardas y me darás la bienvenida al hogar cuando haya perseverado en mi largo viaje hacia tu casa." (Henri Nouwen.)



"Al momento de su muerte, en 1996, Henri Nouwen era uno de los más populares e influyentes escritores espirituales de su época. A través de docenas de libros invitó a innumerables personas a penetrar más profundamente en la vida espiritual, en la intimidad con Jesús y la solidaridad con un mundo herido. Gran parte de su impacto vino de su franca disposición a dejar ver su propia herida. Esta honestidad confesional fue un rasgo céntrico de su mensaje. La vida espiritual, insistía, no está sólo destinada a los santos o a la "gente perfecta". Por el contrario, el llamado de Jesús se dirigía a la gente ordinaria, que es débil y claudica, a todos nosotros en nuestra imperfección y humanidad. "Hemos sido elegidos para hacer de nuestro propio, limitado y muy condicionado amor, la puerta de entrada al ilimitado e incondicional amor de Dios." Era un llamado a la conversión, a la curación, una invitación a volver al hogar.

La búsqueda de este verdadero hogar fue un motivo constante en la vida y en los escritos de Nouwen. Nacido en Holanda, donde fue ordenado sacerdote, Nouwen pasó la mayor parte de su vida en los Estados Unidos. Enseñó en prestigiosas universidades norteamericanas, incluyendo Notre Dame y la Yale Divinity School. Fue durante esos años de la década de 1970 cuando comenzó a surgir como el popular escritor de libros tales como Abriéndonos, Intimacy (Intimidad) y El sanador herido. Si bien obtuvo rápidamente seguidores fieles, Nouwen experimentó un desasosiego y una ansiedad constantes acerca de su lugar en el mundo. Padecía una excepcional necesidad de afecto y afirmación; había un hueco dentro de él, que parecía que sólo Dios podría llenar.

En 1974, Nouwen tomó un año sabático para vivir en la abadía trapense de Getsemaní. La simple enseñanza de la espiritualidad no le era suficiente; sentía que debía cultivar un centro espiritual propio más profundo. Su siguiente libro, Diario desde el monasterio, ofreció una conmovedora narración de su retiro monástico, abriendo, al mismo tiempo, una ventana sobre sus luchas espirituales: "¿ Qué me impulsaba de un libro a otro, de un lugar a otro, de un proyecto a otro?" Volvió a Yale pero en 1981 se alejó para un tipo diferente de retiro, esta vez, entre los pobres de Latinoamérica. Por último, retornó a los Estados Unidos, convencido de que su vocación era ayudar a servir de puente entre el oprimido pero devoto pueblo de Latinoamérica y los cristianos del norte.

En 1982 aceptó una invitación para enseñar en la Harvard Divinity School. Sus conferencias atrajeron enormes multitudes. No obstante, esto sólo acentuaba su constante sensación de soledad y aislamiento. Más tarde escribió con sentimiento acerca de las tentaciones de "ser importante, poderoso y espectacular" que Cristo sufrió en el desierto. No le satisfacía ya el brillante estímulo de la vida universitaria, pero ni la soledad monástica ni la misión en el Tercer Mundo parecían responder a los deseos de su corazón. En este punto tuvo lugar en su vida un importante momento decisivo.

A lo largo de los años, Nouwen había visitado una cantidad de comunidades de L’Arche en Francia y Canadá. En estas comunidades vivían personas mentalmente incapacitadas, con ayudantes competentes. En el año 1986, Daybreak, la comunidad de L’Arche de Toronto, invitó formalmente a Nouwen a unírsele como su pastor. Como observara más tarde, era la primera vez en su vida que había recibido un llamado tan formal. Habiendo vivido durante muchos años entre los "mejores y más brillantes", pensó si no sería entre los "pobres de espíritu" donde finalmente encontraría lo que estaba buscando. Aceptó con ansiedad el llamado y Daybreak se transformó en su hogar por el resto de su vida.

Era una vida diferente de todo lo que había conocido antes. Aparte de sus deberes pastorales, Nouwen vivía como el resto de los demás miembros de la comunidad en una casa con gente discapacitada. Le fue asignado el cuidado del adulto más severamente discapacitado de la comunidad, un hombre joven llamado Adam, quien no podía hablar ni moverse por sí mismo. Nouwen pasaba horas cada mañana simplemente bañándolo, vistiéndolo y dándole de comer. Halló que era una ocasión para una profunda conversión interior. Adam no estaba impresionado por los libros o la fama de Nouwen ni por su genio como orador público.
A través de este hombre desvalido y mudo, Nouwen comenzó a experimentar el sentido de lo que significa ser el "Amado" de Dios.

Éste no fue, sin embargo, el fin de sus luchas. Luego de su primer año en Daybreak atravesó un completo quebranto emocional, sin duda la culminación de tensiones largamente reprimidas. Durante meses casi no pudo hablar o abandonar su habitación. Ahora él era el discapacitado, rogando silenciosamente a Dios por alguna confirmación de su existencia. Con el apoyo y las oraciones de sus amigos pudo atravesar este período y emerger más en paz consigo mismo. A este trauma se le añadió un accidente casi fatal, que afianzó aún más el sentido de su propia mortalidad y un aprecio más profundo por la maravilla de la vida. Esta comprensión se vio expresada en sus libros subsiguientes. Allí describía la sensación de "ser enviado: enviado para hacer conocer a la gente que tiene hambre y sed de amor, el amor abrasador del Padre". Sus escritos reflejaban un creciente sentido de apremio, como si intuyera el escaso tiempo que le restaba para compartir todo lo que deseaba decir.

En una serie de libros reflexionó acerca del desafío de acoger nuestra muerte como un acontecimiento que da significado definitivo a nuestras vidas. "La pregunta principal no es ¿cuánto más seremos capaz todavía de hacer durante estos pocos años que nos quedan de vida? Sino más bien, ¿de qué manera podemos prepararnos para nuestra muerte, de manera que nuestro morir sea una nueva forma para nosotros de enviar nuestro propio espíritu y el de Dios a aquellos que amamos y que nos han amado?"

En el verano de 1996, Nouwen trabajó duramente y completó cinco libros. Para muchos amigos parecía más feliz y más en paz que nunca; hablaba con gran entusiasmo de su inminente sexagésimo quinto cumpleaños. Por tal motivo su repentina muerte, debida a un infarto, el 21 de setiembre, causó gran conmoción. La muerte le llegó cuando atravesaba su Holanda natal en camino hacia Rusia, para trabajar en una película sobre su pintura favorita, "El regreso del hijo pródigo" de Rembrandt. Su cuerpo fue trasladado para el funeral entre sus amigos y su familia de Daybreak.

Dejó muchos libros en producción. Uno de ellos, publicado el día que murió, concluía con estas palabras: "Muchos amigos y miembros de mi familia han muerto durante los últimos ocho años y mi propia muerte no se halla lejana. Pero he escuchado la voz interior del amor, más fuerte y profundamente que nunca antes. Deseo seguir confiando en esta voz, y ser guiado por ella más allá de las fronteras de mi corta vida, adonde Cristo lo es todo en todo."

 (tomado de Todos los Santos de Robert Ellsberg)

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