"El mundo dice: «Sí, te quiero si eres guapo, inteligente y gozas de buena salud. Te quiero si tienes una buena educación, un buen trabajo y buenos contactos. Te quiero si produces mucho, vendes mucho y compras mucho». Hay interminables «síes» escondidos en el amor del mundo. Estos «síes» me esclavizan, porque es imposible responder de forma correcta a todos ellos. El amor del mundo es y será siempre condicional. Mientras siga buscando mi verdadero yo en el mundo del amor condicional, seguiré «enganchado» al mundo, intentándolo, fallando, volviéndolo a intentar. Es un mundo que fomenta las adicciones porque lo que ofrece no puede satisfacerme en lo profundo de mi corazón.
«Adicción» es probablemente la palabra que mejor explica la confusión que impregna tan profundamente la sociedad contemporánea. Nuestras «adicciones» nos hacen agarrarnos a lo que el mundo llama las «claves para la realización personal»: acumulación de poder y riquezas; logro de status y admiración; derroche de comida y bebida, y la satisfacción sexual sin distinguir entre lujuria y amor. Estas adicciones crean expectativas que no consiguen más que fracasar al intentar satisfacer nuestras necesidades más profundas.
A medida que vamos viviendo en un mundo de engaños, nuestras adicciones nos condenan a búsquedas inútiles en «el país lejano» obligándonos a afrontar constantes desilusiones mientras seguimos sin realizarnos. En estos tiempos de crecientes adicciones, nos hemos ido muy lejos de la casa del Padre. Una vida adicta puede describirse como una vida en «un país lejano». Es desde aquí desde donde se alza nuestro grito de liberación".
Henri Nouwen
El regreso del hijo pródigo
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