"El problema de dónde vivir y qué hacer es realmente insignificante comparado con la cuestión de cómo mantener los ojos del corazón puestos en Dios. Puedo enseñar en Yale, trabajar en la panadería de la abadía de Genesee, o jugar con los niños pobres en Lima, y sentirme inútil, desdichado, desgraciado y deprimido en todas esas situaciones.El perfecto lugar, empleo, vocación o ministerio no existe. Puedo sentirme contento o descontento en cualquier situación. Me consta, porque es algo que me ha pasado. Me he sentido desgraciado y gozoso al mismo tiempo, tanto en situaciones de abundancia como de pobreza, de popularidad como de anonimato, de éxito como de fracaso. La diferencia nunca dependía de la situación en sí, sino siempre de mi estado mental y espiritual. Cuando sabía que andaba con Dios, estaba en paz y me sentía contento. Cuando me embrollaba en mis propias quejas y penas emocionales, me sentía inquieto y fragmentado. Ahora que tengo que tomar una decisión acerca de mi porvenir, me doy cuenta de una simple verdad: si hago esto o aquello o lo de más allá, durante los próximos cinco, diez o veinte años, no es gran decisión. Entregarme plena e incondicionalmente a Dios, sin temor, sí lo es. Saber esto ha sido mi liberación".
Henri Nouwen
En busca de paz
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