Tengo capacidad de responder a mis dificultades racionales desde dos enfoques, y debo escoger mi propia orientación. O bien digo: "Mírame, Dios mío, y fijate cuánto trabajo para ti. ¿No crees que deberías por fin amarme?". O puedo decir: "Oh, Creador amoroso, gracias por regalarme esta vida y este amor incondicional. Ayúdame a ser siempre agradecido por tu generosidad y a confiar en que siempre estás conmigo para ayudarme a amar". O bien soy víctima de la crueldad de los demás o mi dolor es el ímpetu que necesito para mi transformación. Esta distinción y mi libertad de responder conforman el desarrollo de mi vida espiritual. Al escoger actuar con el amor que está siempre presente conmigo en mi sufrimiento, logro afianzarme en mi identidad como hijo de Dios. Es el camino hacia una cada vez mayor libertad e intimidad con el primer amor, que me eligió antes de nacer.
Henri Nouwen
"Esta noche en casa.
Más reflexiones sobre la parábola del hijo pródigo".
PPC
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