El pasado
siglo XX fue rico en hombres y mujeres que, desde la experiencia cristiana,
dieron un peculiar testimonio de santidad al mundo. También en los últimos 50
años han aparecido variados movimientos espirituales, tanto dentro como fuera
de la Iglesia. Nuestro mundo hoy, superada una fase materialista, tiende a un
espiritualismo relativista, que prescinde de las instituciones y busca caminos
nuevos para experimentar la trascendencia. Creo que en este contexto el
conocimiento de lo que estas figuras cristianas vivieron y aportaron a la
espiritualidad es fundamental y enriquecedor para encontrar caminos propios de
santidad. Desde hace varios años sigo con particular atención el itinerario de
estos hombres y mujeres, intentando comprender cuáles son las claves de una
santidad que sea capaz de hablarle al mundo con lenguaje renovado acerca de la
Buena Nueva de Jesús.
Entre la pléyade de autores contemporáneos de
espiritualidad Henri Nouwen ocupa, indudablemente, un lugar destacado; Escritor católico,
considerado por muchos un genuino maestro espiritual. Sus libros pueden
encontrarse en librerías del mundo entero, muchos títulos, y múltiples
ediciones; el más conocido de ellos, “El regreso del hijo pródigo”, citado
por Hillary Clinton como el libro que recomendaría para un momento muy
especial. Si necesitáramos expresar con dos palabras el mundo espiritual de
Henri Nouwen diríamos: amistad y vulnerabilidad. Henri hizo amigos por todas partes,
y a la vez cargó sobre sus hombros la cruz de la inseguridad y la urgente
necesidad de afecto. Pero ofreció su vida, a través de sus libros, como
testimonio de una confianza y una búsqueda espiritual que ofrece sentido,
incluso allí en los momentos más absurdos y oscuros de nuestra existencia.
Nouwen desarrollo
su ministerio en la predicación, el acompañamiento espiritual y la escritura,
pero recogiendo lo mejor de la espiritualidad de su tiempo y haciendo una
síntesis al alcance de un amplio público, tanto dentro como fuera de la
Iglesia. Cuando revisamos su vida, sus fuentes, sus escritos, encontramos algo
de espiritualidad benedictina, Thomas
Merton, Teresa de Calcuta, Charles de Foucault, Roger de Taizé, espiritualidad
de los iconos, Teología de la Liberación y Gustavo Gutiérrez, Martin Luther
King y los movimientos anti raciales en
USA, un amplio conocimiento de psicología pastoral, y por supuesto a Jean
Vanier y las Comunidades del Arca. Por tanto viene a ser como una persona que
recoge lo mejor de la espiritualidad del pasado siglo, y consigue hacerla
llegar al amplio público, a la vez que vive él mismo el dilema del hombre
contemporáneo, que aspira a la santidad mientras se enfrenta a sus propios
demonios interiores y a los desafíos del mundo.
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