“Una mirada atenta a los Evangelios nos hace ver que Jesús raramente aceptaba las preguntas que se le hacían. Las consideraba como inquilinas de la morada del miedo. ‘¿Quién es el mayor en el reino de los cielos? ¿Cuántas veces debo perdonar a mi hermano si me hace algo malo?... ¿Eres tú el rey de los judíos? Señor, ¿ha llegado la hora?’... Cristo no dio respuesta directa a ninguna de estas preguntas… No pertenecían a la casa de Dios. Por eso Jesús transformaba las preguntas al responderlas. Proponía una nueva pregunta, y solamente entonces la consideraba digna de su respuesta.”
“A menudo nos sentimos seducidos por preguntas nacidas del miedo, que el mundo nos plantea constantemente. Si no nos damos perfecta cuenta de esta realidad, nos convertimos en personas ansiosas, preocupadas, enredadas en preguntas acerca de nuestra supervivencia, la nuestra propia, la de nuestras familias, amigos y compañeros, la de la Iglesia, nuestro país y nuestro mundo. En cuanto esas preguntas, nacidas del miedo, acerca de nuestra supervivencia se convierten en guías de nuestras vidas, tendemos a dejar de lado las palabras que nos llegan desde la casa del amor como carentes de realismo, románticas, sentimentales, piadosas o sencillamente inútiles.”
Henri Nouwen
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