"El gran misterio de la fe cristiana es que Dios vino a nosotros en un cuerpo, sufrió con nosotros en un cuerpo, y nos dio su cuerpo como alimento... El cuerpo no ha de ser visto como el enemigo o la prisión del espíritu, sino que es celebrado como el templo del Espíritu. A través del nacimiento, vida, muerte y resurrección de Jesús, el cuerpo humano se ha hecho parte de la vida de Dios. Al comer el Cuerpo de Cristo, nuestros cuerpos frágiles se conectan, íntimamente, con Cristo resucitado y, de esta forma, se preparan para ser elevados con Él a la vida divina...
En unión con el cuerpo de Cristo, llego a conocer el significado total de mi propio cuerpo. Mi cuerpo es mucho más que un instrumento mortal, de placer y de dolor. Es un hogar donde Dios quiere manifestar la plenitud de la gloria divina...".
Henri Nouwen, "Camino a casa".
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