"Jesús fue verdaderamente libre. Su libertad estaba arraigada en su conciencia espiritual de que era el Hijo Amado de Dios. Sabía, en la profundidad de su ser, que pertenecía a Dios antes de haber nacido, que había sido enviado al mundo para proclamar el amor de Dios y que regresaría a Dios después de haber cumplido su misión. Saber estas cosas le dio la libertad para hablar y actuar sin tener que complacer al mundo, y el poder para responder al sufrimiento de la gente con el amor sanador de Dios. Es por eso que el Evangelio dice: Toda la gente procuraba tocarlo, porque salía de él una fuerza que sanaba a todos" (Lucas 6, 19).
Henri Nouwen, "Pan para el viaje"
¿Cuál es la fuente de nuestra libertad personal, en cuanto nos reconocemos como hijos de Dios y discípulos de Jesús?
El hecho es que muchas veces reconocemos a Jesús como Cristo, como Señor, pero no acudimos a Él como maestro, para aprender una nueva forma de vivir. El texto de Nouwen nos invita a reflexionar y orar en torno a nuestra condición de hijos de Dios, lo que supone para nuestra libertad frente a la realidad que nos rodea, y lo que implica en cuanto a compromiso vital. Si somos discípulos, entonces también estamos llamados a ser "sanadores", para ir más allá de lo tradicional, de lo bien visto, del "siempre se ha hecho así". ¿Cuál es la fuente de nuestra libertad? Nuestra profunda comunión con Dios en Jesús. ¿Para qué ha de servirme esa libertad? Para hacer el bien, para poner "salud" en torno mío.
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