1. Dios está con nosotros: “Verdaderamente, la buena noticia es que Dios no es un Dios distante, un Dios al que haya que temer y evitar, un Dios vengativo, sino un Dios al que conmueven nuestros dolores y que participa en la totalidad de la lucha humana. Dios es un Dios compasivo. Esto significa, ante todo, que Dios ha decidido estar con nosotros. Al llamarle Dios-con-nosotros, entramos en una nueva relación de intimidad con Él. Es un Dios solidario que ha querido compartir nuestros gozos y nuestros dolores, que nos defiende y nos guarda. Es un Dios cercano, al que llamamos refugio, fortaleza, sabiduría, socorro, pastor, amor. El modo de Dios estar con nosotros es a través de su Palabra hecha carne, Jesús, que camina con nosotros, que se hizo camino para nosotros.
2. Dios es personal: La segunda verdad acerca de Dios es que Dios está con nosotros de modo personal. El Creador de Cielo y Tierra ha querido ser, ante todo, padre amoroso, con quien tenemos, en Jesús, una relación íntima, personal. Por eso podemos llamarle “Padre”, Abba, pensando además en el padre de la parábola del hijo pródigo. Es un amor existente antes de que fuera posible ningún rechazo y pervivirá después de que todos los rechazos hayan tenido lugar.
3. Dios está oculto: Un tercer aspecto de Dios es más difícil de entender y aceptar. Dios está oculto, a la vez que dispuesto y deseoso de ser encontrado; está ausente y a la vez presente. Es un Dios “escondido”. Dios es mayor que toda dimensión o realidad humana, por eso a veces no conseguimos descubrirle en los acontecimientos cotidianos, nuestra mirada es “pequeña” para Dios; pero a la vez Dios “se abaja”, se acerca y nos sorprende de muchas formas inesperadas. Vivimos entre la luz y la oscuridad, entre la fe y el misterio. Lo dijo Dietrich Bonhoeffer: “El Dios que está con nosotros es el Dios que nos desampara”. Ante Dios y con Dios, vivimos sin Dios.
4. Dios nos está buscando: La cuarta verdad acerca del Dios al que oramos es que Dios nos está buscando. Nosotros no encontramos a Dios, sino que Dios nos encuentra a nosotros. Es el Buen Pastor que sale a buscar a la oveja perdida; la mujer que enciende una lámpara, barre la casa y busca por todas partes la moneda perdida. Nos esforzamos mucho por encontrar a Dios, olvidando a veces que él nos busca siempre y con más deseos que nosotros mismos de encontrarnos. Por eso la pregunta correcta no es ¿Cómo encontrar a Dios?, sino ¿Cómo dejarme encontrar por él? No tanto ¿Quién es Dios para mí?, sino ¿Quién soy yo para Dios?
¿Quién soy yo?
Respuesta fundamental: “Tú eres el amado de Dios”. Debemos afirmar siempre nuestra condición de amados. Desechar las voces negativas que nos dicen lo contrario: la trampa del auto-rechazo, que nos aleja de nuestra verdadera identidad. Debemos recorrer el camino para convertirnos en lo que ya somos, para ello es importante la disciplina de la oración.
La disciplina de la oración, implica tres cosas importantes:
1. Un tiempo concreto.
2. Un lugar especial.
3. Un único centro de atención: estar con Jesús.
Y luego: no prestar atención a las distracciones, que irán desapareciendo paulatinamente, y ser fiel a una disciplina oracional, perseverancia.
Henri Nouwen
"Dirección Espiritual"
(Resumen)
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