martes, 22 de mayo de 2018

LAS TRES TENTACIONES DEL MINISTERIO


He dedicado tiempo a la lectura y estudio de algunos libros de Henri NOUWEN que hablan acerca de los ministerios en la Iglesia, desde una perspectiva espiritual; ahora caigo en la cuenta, tras una reelectura, que otro título, el último que compré de este autor hace ya un tiempo, también va en esa misma línea. Me refiero a “El estilo desinteresado de Cristo. Movilidad ascendente y vida espiritual” (Sal Terrae, Breve, 2007). Lo compré hace mucho, pero no lo leí en profundidad, o tal vez no en el momento apropiado para que me aprovechara bien; el libro tiene tres capítulos: el primero habla de la movilidad descendente como elemento fundamental de la vocación cristiana (Vs. Movilidad ascendente); el segundo, acerca de la tentación (ser competentes, ser espectaculares y ser poderosos); el tercero, las diversas disciplinas para la formación espiritual (la disciplina de la Iglesia, la disciplina del Libro y la disciplina del corazón). Son los temas habituales que encontramos en Nouwen, pero siempre enriquece volver a ellos desde una perspectiva diferente.
 Así aparece resumido al final de este libro: “Vocación, tentación y formación han sido las tres palabras clave en estas reflexiones sobre la íntima relación existente entre ministerio y vida espiritual. Somos llamados a seguir a Cristo por el camino de la movilidad descendente, sintiendo siempre la tentación de elegir el camino ancho del éxito, la fama y la influencia, y desafiados a someternos a disciplinas espirituales para conformarnos, poco a poco, a la imagen de nuestro Señor Jesucristo. La vocación, la tentación y la formación son desafíos que duran toda la vida. No somos llamados una sola vez, sino día a día, y nunca sabremos con certeza a dónde somos llevados. Somos tentados en cada momento del día y de la noche, y nunca sabremos con precisión dónde van a aparecer nuestros demonios. Esta tensión entre vocación y tentación, que se prolonga durante toda la vida, pone ante nosotros la difícil tarea de escuchar: a la Iglesia, al Libro y nuestros corazones, descubriendo así la presencia real del Espíritu de Dios en nuestro interior y en medio de nosotros”.

LAS TRES TENTACIONES:
1.     La tentación de ser competente: de hacer algo necesario y que pueda ser valorado por la gente; la tentación de hacer de la productividad la base de nuestro ministerio. Esta tentación incide en el centro mismo de nuestra identidad. Se nos hace creer de mil maneras que somos aquello que producimos, lo cual nos hace preocuparnos por el producto, por los resultados visibles, por los bienes tangibles y el progreso (Convertir las piedras en pan… pero no sólo de pan vive el hombre).
2.    La tentación de ser espectaculares: Es la tentación de forzar a Dios a responder acudiendo a lo inusual, lo sensacional, lo extraordinario, lo inaudito… y así obligar a la gente a creer. Actuamos como si la notoriedad y la visibilidad fueran los principales criterios de valor de lo que hacemos (Lánzate del alero del templo… pero, no tentarás a Dios).
3.    La tentación de ser poderosos: Creemos que la lucha por el poder y el deseo de servir son, a efectos prácticos una misma cosa; buscamos posiciones de influencia porque así serviremos mejor por el bien del Reino. Olvidamos que nuestra fuerza está en nuestra debilidad y nuestra impotencia (Todo esto te daré si te postras ante mí, pero solo ante tu Dios te arrodillarás).

Frente a estas tentaciones, las tres disciplinas.

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