"En nuestro mundo lleno de extranjeros, alienados de su propio pasado, cultura y país, de sus vecinos, sus amigos y familiares, de su más profundo yo y de su Dios, somos testigos de su dolorosa búsqueda de un lugar acogedor donde vivir sin miedo y encontrar una comunidad. Aunque muchos, e incluso podría mos decir la mayoría, de los extranjeros de este mundo se convierten con frecuencia en víctimas de una temible hostilidad, los hoimbres y mujeres pueden, y los cristianos deben, ofrecer un espacio abierto y acogedor donde los extranjeros puedan despojarse de su condición de extraños y convertirse en nuestros prójimos humanos. Pasar de la hostilidad a la hospitalidad es duro y entraña muchas dificultades. Nuestra sociedad parece estar cada vez más llena de gentre con miedo, recelosa, agresiva, que se aferra con ansiedad a sus propiedades y tiende a observar el mundo que la rodea con desconfianza, temiendo siempre que aparezca de pronto un enemigo, un intruso, y le haga daño. Y, aún así, esa es nuestra vocación:convertir al hostis en un hospes, al enemigo en un invitado, y crear el espacio libre y sin miedo donde la hermandad de hombres y mujeres pueda construirse y experimentarse plenamente".
Henri Nouwen, Abriéndonos
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