Conocer a Dios a través del encuentro con Jesús nos lleva a conocernos a nosotros mismos de una manera nueva, y a amarnos también de la manera en que Dios nos ama. Esta es una de las enseñanzas de Henri Nouwen que primero conocí y que más me impresionó e influyo en mi vida como cristiano. El pasaje del bautismo de Jesús en el río Jordán me lo aplico a mí mismo, y trato de escuchar en mi oración y mi vida la voz de Dios que dice: Tú eres mi hijo muy amado, en quien me complazco.Suelo decir, casi en cada celebración litúrgica que presido, que el amor de Dios es personal (relación), e infinito, gratuito e incondicional. Soy amado por el Amor. Por eso no me canso de volver a los libros de Nouwen una y otra vez; estas verdades espirituales necesitan ser recordadas y actualizadas siempre.
En el libro de meditaciones diarias de Henri Nouwen que me acompaña este año encuentro para esta semana las siguientes ideas:
1. Hacer visible el amor incondicional de Dios: esto lo hago cuando contradigo el espíritu de venganza y confrontación violenta que prima a mi alrededor. Optar por el otro, no en su contra, es lo que favorece el nacimiento de una nueva comunidad.
2. Entrar en la casa del amor y llevar una vida de amor: La casa del amor es la casa de Dios, o mejor aún, nuestra casa es Dios. Cuando vivimos en Dios y en su unidad percibimos más claramente la fragmentación de la humanidad y su agonía, que brota de pensar que debemos pelear todo el tiempo unos con los otros para ser valortados y queridos. En Dios comprendemos que "todas las personas, sea cual sea su raza, su religión, su sexo, su riqueza, su inteligencia y su origen, pertenecen a la misma casa. La casa de Dios no tiene muros ni puertas cerradas".
"Dejar nuestros corazones totalmente abiertos a Dios nos lleva a amarnos a nosotros mismos de tal manera que nos permite ofrecer un amor incondicional a los demás seres humanos". Aprendemos a ver la presencia oculta de Dios en nosotros y en los otros: "en Cristo y por Cristo somos hermanos y hermanas, miembros de una misma familia".
El mayor enemigo de esta nueva intimidad es el MIEDO, que nos hacer huir unos de otros, o lo contrario, aferrarnos unos a otros, siempre buscando seguridad. Pero la verdadera intimidad no es así; se encuentra con libertad cuando nos permitirnos ser, y nos encontramos en la casa del amor, en la que todos somos hijos y hermanos.
(Ideas tomadas de: Meditaciones diarias para la vida espiritual, Henri Nouwen)
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