Henri NOUWEN tenía una visión particular del
ministerio, tanto en las comunidades de fe como en la sociedad en general.
Entrar en el dinamismo del Amor de Dios supone una sobreabundancia de amor en
nosotros, y nos impulsa a tratar de sanar el dolor y el sufrimiento a nuestro
alrededor. Dar a conocer el amor de Dios, y trabajar por la justicia a nivel
social. La pobreza, la violencia, la enfermedad, la muerte y otros males sociales son un desafío para la
fe. Henri dedicó muchos años de su vida a la formación de sacerdotes, diáconos,
pastores, y previó un papel especial
para ellos, pero también sostuvo que todos los cristianos, ordenados o laicos,
son portadores de la buena nueva de que toda persona es amada por Dios, y por
tanto está invitado a manifestar cada día el amor de Cristo. Al hablar de
ministerio, insiste en los aspectos de fecundidad y hospitalidad, y no tanto de
productividad; nos invita a ser presencias sanadoras, y es algo muy suyo el
tema de “el sanador herido” a la hora de desarrollar sus reflexiones en torno
al ministro o apóstol. Describe dos
errores frecuentes en los cristianos cuando se enfrentan al dolor del mundo:
aislarse, en una espiritualidad intimista, puramente personal, o por el
contrario, volcarse hacia afuera, en un activismo social, que olvide su vida
interior, y que no tiene en cuenta la vulnerabilidad que compartimos todos.
Para Nouwen la auténtica compasión va siempre unida con una comunión interior,
una presencia, de Cristo en nosotros.
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