"El padre Gilbert me
dio un gran cáliz con el pan consagrado y señaló la multitud que estaba, de
pie, alrededor del altar. Tomé el cáliz y me moví ente aquellos que había visto
acercarse a la cruz; miré sus ojos hambrientos y dije: El cuerpo de Cristo... El
cuerpo de Cristo... El cuerpo de Cristo, incontables veces. La pequeña
comunidad se convirtió en la humanidad entera, y supe que todo lo que
necesitaba decir, durante toda mi vida, era: Tomen y coman. Este es el cuerpo
de Cristo".
Henri Nouwen
“Camino a casa”
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