“Estamos llamados a ser contemplativos, es decir, videntes, hombres y mujeres que ven la venida de Dios. En efecto, el día del
Señor está siempre llegando. No es una venida que vaya a ocurrir en un futuro
distante, sino una venida aquí y ahora en nosotros…¿Qué es lo que nos
ciega? Merton dice que nuestras
ilusiones. Si hay una palabra que Merton utiliza repetidamente y con cierta
predilección es la palabra ilusión. Podríamos decir que es un especialista en
ilusiones, no porque tratara de sostenerlas, sino porque procuró
desenmascararlas. Las ilusiones que
Merton estudia se resumen perfectamente en los dos siguientes: la ilusión de
que podemos conocernos a nosotros mismos y la ilusión de que podemos conocer a
Dios.
La primera ilusión, que podemos conocernos a nosotros
mismos, nos pone en camino hacia una búsqueda frenética de nuestro yo a través
de la autosatisfacción, la autorrealización y la autoactualización. Es la
ilusión en la que nos volvemos tan interesados por una identidad adquirida por
nosotros mismos que nos preocupamos constantemente en cómo hacemos las cosas en
comparación con otros, y nos obsesionamos por distinguirnos de los demás. Es la
ilusión que nos pone en el camino de la competitividad, la rivalidad y
finalmente la violencia. Es la ilusión que nos hace luchar por nuestro lugar en
el mundo, incluso a costa de los demás. Esta ilusión lleva a algunos de
nosotros a un nervioso activismo alimentados por la creencia de que somos el
resultado de nuestro trabajo. Esta misma ilusión lleva a otros a la
introspección morbosa que nace del supuesto de que somos nuestros sentimientos
y emociones más profundos.
La segunda ilusión es que podemos conocer a Dios, que
podemos decir con precisión quién es Dios y cuál es su voluntad para nosotros y
para los demás. Esta es la gran ilusión que nos pone en camino hacia la
autojustificación y la opresión. Es la ilusión que hace que los blancos crean
que saben qué es lo mejor para los negros, que los ricos piensen que saben qué
es lo mejor para los pobres y que los hombres piensen que saben qué es lo mejor
para las mujeres. Es la ilusión del control, la ilusión de que somos dueños de
nuestro propio destino y que por tanto podemos ejercer un poder ilimitado y
exigir obediencia incondicional. Es la ilusión que lleva a Auschwitz, Hiroshima
y Jonestown”.
HENRI NOUWEN. La llamada de Thomas Merton
a la
contemplación y a la acción.
Sermón predicado en New York el 10 de diciembre de 1978, 10 aniversario de la muerte de Merton.
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