“La inmensa alegría de ser miembro de la raza humana. He sentido esta alegría en varias ocasiones en mi vida. La sentí de forma más aguda en 1964, cuando caminé junto a miles de personas en Alabama, desde Selma hasta Montgomery, en una marcha por los derechos civiles dirigida por Martin Luther King Jr. Nunca olvidaré la alegría que sentí durante toda esa marcha. Nadie me conocía, nadie había nunca oído hablar de mí, pero cuando caminamos juntos, rodeándonos los hombros con los brazos, y cantamos We shall overcome one day sentí una alegría que nunca antes había sentido en mi vida… En un segundo, todas las diferencias parecieron fundirse como se funde la nieve del sol. Dejé de comparar, y me sentí rodeado por los brazos acogedores de toda la humanidad. Era consciente de que algunas de las personas a las que cogía la mano habían pasado años en prisión, eran adictas a las drogas o al alcohol, sufrían soledad y depresión y vivían vidas radicalmente distintas a la mía, pero para mí eran todos santos, radiantes con el amor de Dios. Eran en verdad el pueblo de Dios, inmensamente amado y radicalmente perdonado.”
Henri Nouwen
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