"Del silencio del Sábado Santo brotaron incontenibles unas nuevas palabras que tocaron los corazones y las mentes de los hombres y mujeres que habían conocido y amado a Jesús. Esas palabras...¡Es verdad! ¡Ha resucitado!... no fueron gritadas desde las terrazas, ni escritas y exhibidas en grandes pancartas por la ciudad, sino susurradas al oído, como un mensaje íntimo que sólo podía ser escuchado y comprendido por un corazón que hubiera anhelado la venida del reino y hubiera reconocido sus primeros signos en las palabras y obras del hombre Jesús de Nazaret.
Todo es diferente y todo es lo mismo a la vez, para quienes dicen Sí a esa noticia que es susurrada a través de los siglos de un extremo a otro del mundo. Los árboles siguen siendo árboles, y los ríos ríos, y las montañas montañas, y las personas siguen siendo capaces en su corazón de escoger entre el temor y el amor. Pero todo ello ha sido asumido por el cuerpo resucitado de Jesús y colocado a la derecha de Dios. El hijo pródigo es llevado al abrazo amoroso del Padre; el niño pequeño es puesto en brazos de su madre; al auténtico heredero se le da el mejor vestido y un precioso anillo, y los hermanos y hermanas son invitados a la misma mesa. Todo es lo mismo y todo es hecho nuevo. Mientras vivamos con fe en la resurrección, nuestra carga será ligera, y nuestro yugo suave, porque hemos encontrado el descanso en el dulce y humilde corazón de Jesús, que pertenece a Dios por toda la eternidad".
Henri Nouwen
"Caminar con Jesús"
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