jueves, 18 de julio de 2019

NUESTRA COPA DE DOLOR ES TAMBIÉN NUESTRA COPA DE GOZO

"¿Podéis beber la copa de amargura que yo he de beber? Cuando Jesús les preguntó esto a Santiago y a Juan, y cuando ellos, impulsivamente, respondieron «podemos», Jesús hizo esta predicción aterradora, pero al mismo tiempo llena de esperanza: «Muy bien; beberéis la copa». La copa de Jesús sería su copa. Lo que Jesús viviría, también lo vivirían ellos. Jesús no quiere que sus amigos sufran, pero sabía que para ellos, como para él, el sufrimiento era el único y necesario camino hacia la gloria. Más tarde diría a dos de sus discípulos: «¿No era preciso que el Mesías sufriera todo esto antes de entrar en su gloria?» (Le 24,26). La «copa del dolor» y la «copa del gozo» no pueden separarse. Jesús sabía muy bien esto, aunque en medio de su angustia en el huerto, cuando su alma estaba «triste hasta la muerte» (Mt 26,38), necesitara un ángel del cielo para recordárselo. Nuestra copa está a menudo tan rebosante de dolor que nos parece imposible que quepa en ella el más mínimo gozo. Cuando se nos estruja como racimos, no podemos pensar en el vino en el que nos convertiremos. La  pena nos abruma, nos hace postrarnos por tierra, con nuestra cara pegada al polvo, y sudamos gotas de sangre. Entonces se nos tiene que recordar que nuestra copa de dolor es también nuestra copa de gozo y que un día seremos capaces de saborear el gozo tan plenamente como ahora saboreamos el dolor".

Henri Nouwen

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