jueves, 28 de enero de 2021

ESCUCHAR SIEMPRE LA VOZ QUE NOS BENDICE

 
Las bendiciones que nos damos mutuamente son expresiones de la bendición que anida en nosotros desde toda la eternidad. Es la más profunda afirmación de nuestro ser. No es suficiente con ser elegido. Necesitamos continuas bendiciones que nos permitan escuchar, de nuevas formas, que pertenecemos a nuestro Dios amoroso, que no sólo no nos va a abandonar jamás, sino que permanecerá con nosotros siempre. Que somos guiados por Dios en cada paso de nuestra vida. Abraham y Sara, Isaac y Rebeca, Jacob, Lea y Raquel, todos ellos escucharon esta bendición y se convirtieron en los padres y madres de nuestra fe... También Jesús escuchó esa bendición después de que Juan Bautista le bautizara en el Jordán. Una voz descendió de lo alto y dijo: «Tú eres mi hijo amado, en ti me complazco». Y esta bendición le sirvió de apoyo en todas las alabanzas y vituperios, en toda la admiración y condena que llovieron sobre Jesús a partir de aquel momento. Como Abraham y Sara, Jesús nunca perdió el convencimiento íntimo de que era un bendecido. Te digo todo esto porque sé lo cambiantes de humor que somos...

 Un día nos sentimos en la gloria, y al día siguiente nos creemos hundidos en la miseria. Un día estamos pletóricos de nuevas ideas, y al día siguiente todo nos parece desolador y aburrido. Un día nos convencemos de que podemos llevar en volandas el mundo, y al día siguiente consideramos cualquier exigencia como exagerada. Estos cambios de humor nos dicen que ya no abrimos nuestra alma a la bendición que fue escuchada por Abraham y Sara, Isaac y Rebeca, Jacob, Lea y Raquel y Jesús de Nazaret, y que, de la misma manera, debemos oír nosotros. 

Cuando somos zarandeados por las pequeñas olas que se dan en la superficie de nuestra existencia, nos convertimos en víctimas fáciles del mundo manipulador. Pero si continuamos oyendo la voz suave que nos bendice, podemos avanzar por la vida con un sentido estable de bienestar y de que nos pertenecemos a nosotros mismos.

Henri Nouwen
Tú eres mi amado...

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