lunes, 8 de junio de 2020

BEBER LA COPA DE LA SALVACIÒN (2)

La segunda forma para poder beber nuestra copa es con la ayuda de la palabra. No es suficiente reivindicar nuestra pena y nuestro gozo en silencio, necesitamos hablar sobre lo que es nuestra copa. Mientras vivamos nuestra verdad más profunda en secreto, aislados de la comunidad de amor, su carga será demasiado pesada para poder soportarlo. 

El miedo a que nos conozcan puede causar una contradicción entre lo que sentimos y lo que manifestamos en público y ello nos hace sentirnos despreciables, aunque por otro lado seamos aclamados y alabados por muchos. Para conocernos verdaderamente a nosotros mismos y conocer realmente nuestra unicidad en el camino de la vida, necesitamos ser conocidos y admitidos por los demás en lo que realmente somos. No podemos vivir una vida espiritual en secreto. No podemos encontrar nuestro camino hacia la verdadera libertad en el aislamiento. El silencio, si no va acompañado de la palabra posteriormente, es tan peligroso como la soledad sin comunidad. Ambas realidades tienen que ir unidas

Hablar de nuestra copa y de lo que ella contiene no es fácil. Exige una auténtica disciplina porque, lo mismo que queremos huir del silencio para evitar la confrontación con nosotros mismos, queremos huir de hablar sobre nuestra vida interior para evitar la confrontación con los demás. No estoy sugiriendo que cualquier persona a la que conozcamos o con la que nos encontremos deba enterarse de lo que hay en nuestra copa. Al contrario, sería una falta de tacto, algo imprudente e incluso peligroso exponer nuestro interior más íntimo a personas que no pueden ofrecernos seguridad y confianza. Pero sí afirmo que necesitamos amigos que nos quieran, que se preocupen por nosotros, que nos cuiden, con los que podamos hablar con el corazón en la mano. Tales amigos pueden curarnos de la parálisis que genera el secretismo. Pueden ofrecernos un lugar sagrado y seguro, en el que podamos expresar nuestras penas más profundas y nuestros gozos, y pueden servirnos de contraste teniendo siempre el amor como telón de fondo, empujándonos a una mayor madurez espiritual.  

Cuando nos comprometamos plenamente con la aventura espiritual de beber nuestra copa hasta el fondo, descubriremos pronto que los que están haciendo el mismo camino que nosotros nos ofrecerán su apoyo, su amistad y su amor. Ésta ha sido mi experiencia más sagrada: que Dios envía amigos admirables a los que hacen de Él su única preocupación.  Cuando nos atrevemos a hablar desde las profundidades de nuestro corazón a los amigos que Dios nos ha dado, iremos encontrando gradualmente una nueva libertad dentro de nosotros y coraje renovado para vivir nuestros propios dolores y gozos en plenitud. Nada nos dará tanta fuerza como ser completamente conocidos y totalmente amados por nuestros hermanos en nombre de Dios

Eso nos dará el coraje para beber nuestra copa hasta el fondo, sabiendo que es la copa de nuestra salvación. Eso nos permitirá, no solamente vivir bien, sino también morir bien. Cuando estamos rodeados por amigos queridos, la muerte se convierte en la puerta para entrar en la plena comunión de los santos.

El tercer camino para beber la copa está en la acción. La acción, como el silencio y la palabra, puede ayudarnos a reivindicar y a celebrar nuestro verdadero ser. Pero también a la hora de la acción necesitamos disciplina, porque  estar tan ocupados, puede arrancarnos de nuestra propia vocación e impedirnos beber nuestra copa. 
No es fácil distinguir entre hacer aquello a lo que estamos llamados a hacer y hacer lo que queremos. Nuestros muchos deseos pueden distraernos fácilmente de nuestra verdadera acción. Ésta nos lleva al cumplimiento de nuestra vocación.  
Beber nuestra copa exige una elección cuidadosa de aquellas acciones que nos acercan más a vaciar esa copa por completo, para que al final de nuestra vida podamos decir con Jesús: Está cumplido (Jn 19,30). En palabras de Jesús: El que quiera conservar la vida, la perderá, y el que la pierda por mí, la conservará (Mt 10,39). Cuando nos entregamos a hacer la voluntad de Dios y no la nuestra, pronto descubrimos que mucho de lo que hacemos no hace falta que lo hagamos nosotros. Estamos llamados a hacer lo que nos traiga la verdadera paz y el verdadero gozo. Las acciones que llevan a un exceso de trabajo, a dejarnos exhaustos y esquilmados no pueden alabar y glorificar a Dios. Lo que Dios nos llama a hacer podemos hacerlo y hacerlo bien. Cuando escuchemos en silencio la voz de Dios y hablemos con nuestros amigos confiadamente, conoceremos lo que estamos llamados a hacer y lo haremos con corazón agradecido

El silencio, el hablar y el actuar son tres disciplinas que nos ayudan a beber nuestra copa. Son disciplinas porque no las practicamos espontáneamente. En un mundo que nos anima a evitar los temas más reales de la vida, estas disciplinas nos exigen un esfuerzo continuado de gran concentración. Pero si escogemos mantenernos en silencio, si nos rodeamos de un círculo de amigos en los que podamos confiar para hablar con ellos, y emprendemos acciones que broten de nuestra llamada, estamos de hecho bebiendo nuestra copa, sorbo a sorbo, hasta el fondo. Las tristezas de nuestras vidas ya no nos paralizarán, ni nuestros gozos nos harán perder la visión de lo que tenemos que hacer. Las disciplinas del silencio, la palabra y la acción centran nuestra visión en el camino que estamos haciendo y nos ayudan a seguir adelante, paso a paso, hasta nuestra meta. Y un día veremos acercarse a nosotros a quien ha estado esperándonos desde toda la eternidad para darnos la bienvenida al hogar. 

(Continuarà)

(Lo anterior es un resumen de un texto de Henri Nouwen, para compartir en grupo, una vez que hemos leído íntegramente el libro: "¿Puedes beber este cáliz?")

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