viernes, 18 de diciembre de 2020

EL MUNDO EN NUESTRO CORAZÓN

 

Es trágico ver cómo el sentimiento religioso de Occidente se ha hecho tan individualizado que conceptos como "un corazón contrito" se refieren solamente a experiencias personales de sentido de culpabilidad y al deseo de hacer penitencia por los pecados. La conciencia de la impureza de nuestros pensamientos, palabras y obras puede llevarnos a un estado de remordimiento y crear en nosotros la esperanza de llegar a sentir un gesto de perdón. Pero si ponemos todo nuestro empeño en apartar del silencio de nuestros corazones los catastróficos sucesos de nuestros días, las guerras, las masacres, la violencia desatada, las prisiones abarrotadas,las cámaras de tortura, la hambruna y la enfermedad de millones de personas y la horrible miseria de la mayor parte de la humanidad, nuestra contrición se reduce a una piadosa emoción".

Henri Nouwen, Tres etapas de la vida espiritual.


domingo, 6 de diciembre de 2020

ABIERTO A TODO AMOR

 "Un amor que te viene a través de personas es verdadero, es un amor dado por Dios y como tal debe ser celebrado.Cuando intentas morir a ese amor para encontrar el amor de Dios, estás haciendo algo que Dios no quiere. La tarea no es morir  a las relaciones que nos ha regalado la vida, sino darse cuenta de que el amor recibido en ellas es parte de un amor mayor" 

(Henri Nouwen).

viernes, 4 de diciembre de 2020

PENSAR Y VIVIR EN SU PRESENCIA

 

En mi concepto, orar no significa pensar en Dios en vez de pensar en otras cosas, ni dedicarle tiempo a Dios con otras personas. Más bien, la oración significa pensar y vivir en presencia de Dios. Tan pronto como comenzamos a separar nuestros pensamientos acerca de Dios de los pensamientos acerca de diversas personas y situaciones, retiramos a Dios de nuestra vida diaria y lo colocamos en un pequeño nicho de santidad, en donde pensamos cosas santas y experimentamos sentimientos también santos. Aunque es importante, e incluso indispensable, para la vida espiritual dedicar tiempo exclusivamente para Dios, la oración sólo puede convertirse en un ejercicio incesante cuando todos nuestros pensamientos -hermosos o feos, elevados o bajos, enaltecedores o vergonzosos, tristes o felices- pueden estar en la presencia de Dios. Así, convirtiendo nuestro incesante pensar en una oración para Dios, pasamos de propiciar un monólogo, centrado en nosotros mismos, a generar un diálogo, centrado en Dios.

Henri Nouwen, Momentos de paz...

jueves, 3 de diciembre de 2020

NOUWEN: EL SANADOR HERIDO

Todos somos, de una u otra manera, personas heridas, y encontrar el amor incondicional de Dios nos permite encontrar en esas mismas heridas una fuente de bendición. No son nuestras condiciones particulares el problema en sí, sino nuestra mirada sobre ellas, nuestra no aceptación. 
Descubrirse herido y rechazado es el problema

No se juzga a las personas por su condición sexual, sino por su bondad, su capacidad de servicio, su compasión.Los que escucharon a Nouwen y se sintieron bendecidos por sus conferencias, retiros o libros no sabían su condición homosexual, es un dato que se hizo público después de su muerte, y permite comprender mejor la fuente de su sabiduría espiritual, pero nada más. Antes o después sigue siendo un maestro que entendió y habló como pocos de las luchas y anhelos del corazón humano.

miércoles, 18 de noviembre de 2020

LA PUERTA DEL CIELO

"Jesús es la puerta a una vida en y con Dios: Yo soy la puerta, dice (Juan 10, 9). 
Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie viene al Padre sino por mí (Juan14, 6). Sin embargo, muchas personas no han oído ni oirán jamás hablar de Jesús. Nacen, viven sus vidas y mueren sin haber descubierto a Jesús y sus palabras.

¿Están perdidos? ¿No hay lugar para ellos en la casa del Padre?
Jesús abrió la puerta de la casa del Padre para todo el mundo, incluso para aquellos que nunca han sabido ni sabrán que fue Jesús quien la abrió. El Espíritu que Jesús envió sopla donde quiere (Juan 3,8), y puede llevar a cualquiera puerta adentro de la casa de Dios".

"Lo que cuenta en definitiva no es si conocemos o no a Jesús y sus palabras, sino que vivamos nuestras vidas con arreglo al Espíritu de Cristo. El Espíritu de Jesús es el Espíritu del Amor. El propio Jesús lo dice claramente cuando habla del Juicio Final. Y le responderán los justos: Señor, ¿Cuándo te vimos hambriento y te alimentamos, sediento y te dimos de beber?, y el Rey les dirá: En verdad os digo, que cuantas veces hicisteis eso a uno de estos mis hermanos menores, a mí me lo hicisteis. (Mateo 25, 37-40).

Este es nuestro gran desafío y consuelo. Jesús se presenta a nosotros en los pobres, en los enfermos, los moribundos, los presos, los solitarios, los lisiados, los marginados. En ellos nos encontramos con Él y, en ese momento, se abre para nosotros la puerta del cielo".

Henri Nouwen ("Pan para el viaje").

viernes, 6 de noviembre de 2020

MANOS ABIERTAS/ SENTIRNOS ACEPTADOS

 

El siguiente texto de Nouwen fue parte de mi meditación esta mañana: "Cada vez que te animas a soltar y entregar uno de tus numerosos temores, tu mano se abre un poco y tus palmas se despliegan en un gesto de recepción. Por supuesto que tienes que ser paciente, hasta que tus manos se abran por completo". 

Varios verbos:soltar, entregar, abrir, desplegar, y al final recibir. Todos ellos me hacen pensar en salir, vaciar, descargar, liberar. Me hablan de un camino de iniciación que supone pasar de unas manos cerradas, como puños o como garras, dispuestas a golpear o a quitar, arrebatar, para pasar a unas manos que se abren, que ofrecen o que piden

¿Qué necesito? Animarme, poner deseo y voluntad para llegar a esa disposición, pero consciente de que es un camino, un proceso gradual, un crecimiento lento. Paciencia. Combino la imagen de las manos abiertas de Nouwen, con las de las manos vacías de Teresita. 

¿Lo anterior es posible?

"Cuando nos enteramos de que alguien verdaderamente nos acepta por completo, queremos entregar todo lo que podemos y, a menudo, al entregar descubrimos que tenemos mucho más de lo que creíamos" (Nouwen). 

Ahí radica el misterio, en sabernos amados y aceptamos de manera incondicional. Entonces algo pasa en nosotros, algo se rompe (la cárcel, el miedo) y algo se abre (un camino, un hogar). Abrir las manos, abrirse, es confiar, y al hacerlo, en nuestras manos abiertas y vacías, nacen flores, brotan frutos. Nos habían engañado, no sabíamos que eramos tierra buena, que eramos hijos, herederos


martes, 3 de noviembre de 2020

LA TENTACIÓN DE LA PEREZA


"El concepto de pereza me ayuda a comprender mi propio mundo mucho mejor. No es el mal o el bien lo que caracteriza nuestra conducta, sino la indiferencia pasiva hacia ambos lados. Puedo ver qué difícil es, por no decir imposible, predicar a la gente perezosa, porque nada les importa. No les mueve un pensamiento agradable, ni una idea excelente, ni una perspectiva alentadora, ni le indignan las palabras fuertes, las ideas sórdidas o los puntos de vista destructivos. Evelyn Waugh, una vez definió la pereza como el pecado dominante en los últimos tiempos. Parece el pecado de una generación echada a perder, a la que no le importa nada.

 Me pregunto si la pereza no es una tentación especial para los mayores, que han visto demasiados acontecimientos pero pocos cambios. Me doy cuenta de que a veces me cansa iniciar otra pelea, proseguir otra batalla en busca del bien. A veces deseo estar a solas. Pero Dios no quiere que descanse demasiado pronto.He de ser fiel hasta el final, confiando siempre en el cumplimiento total de la promesa de Dios".

Henri Nouwen, Diario del último año de vida

sábado, 24 de octubre de 2020

ESPERANDO ACTIVAMENTE


Esperando
, como lo vemos en las personas en la historia de Navidad en el evangelio de Lucas; espera con un sentido de promesa. Los que estaban, cada uno había recibido una promesa que les dio valor y les permitió esperar. Recibieron algo que estaba funcionando en ellos, una semilla que había comenzado a crecer. Esto es muy importante para nosotros porque también podemos esperar, solo si lo que estamos esperando ya ha comenzado para nosotros. Esperar nunca es un movimiento de la nada a algo. Siempre es un movimiento de algo a algo más

Zacarías, Isabel, María, Simeón, y Anna vivían con una promesa. Fue una promesa que nutrió, que les dio de comer, y les permitió quedarse donde estaban. Porque ellos esperaban, la promesa podría desarrollarse gradualmente y realizarse dentro de ellos y a través de ellos. Estuvieron presentes en el momento. ¿Por qué podían oír al ángel?. Estaban alertas, atentos a la voz que les habló y les dijo: "No tengan miedo. Algo te está pasando. Presta atención." 

Estaban llenos de esperanza. Su esperanza fue algo muy diferente. Su esperanza era confiar en que llegaría el cumplimiento, pero el cumplimiento de acuerdo con las promesas de Dios y no solo de acuerdo con sus deseos. La esperanza siempre tiene un final abierto.

Henri Nouwen

domingo, 18 de octubre de 2020

ELEGIR LA ALEGRÍA


"Debe sonar extraño decir que la alegría es fruto de nuestra elección. Con frecuencia nos imaginamos que hay personas más afortunadas que otras y que su alegría o su tristeza depende de las circunstancias de la vida, las cuales quedan fuera de nuestro control. Y, sin embargo, elegimos; no tanto las circunstancias de nuestra vida cuanto la manera de responder a estas circunstancias. Dos personas pueden ser víctimas de un mismo accidente. Para uno, este se convierte en fuente de resentimiento; para otro, en fuente de agradecimiento. Las circunstancias externas son las mismas, pero la elección de la respuesta es completamente distinta. Hay gente a la que se le agria el carácter cuando se van haciendo mayores. Otros, en cambio, envejecen con gozo. Esto no significa que la vida de aquellos cuyo carácter se va amargando haya sido más dura que la vida de los que viven contentos. Significa que se han hecho opciones diferentes, opciones íntimas, opciones del corazón."

Henri J. M. Nouwen en el libro "Aquí Y Ahora".

Foto: Yazmi Palenzuela

viernes, 25 de septiembre de 2020

NADA ESTÁ FUERA DE DIOS

 Todo ministerio opera bajo la convicción de que nada, absolutamente nada, en nuestra vida está por fuera de la misericordia y del criterio de Dios. Al esconder alguna parte de nuestra propia historia, ya sea de nosotros mismos o de los ojos de Dios, nos estamos atribuyendo un papel de divinidad. Así, nos convertimos en jueces de nuestro propio pasado y limitamos la misericordia de Dios a nuestros propios temores. Nos desconectamos no solo de nuestro propio sufrimiento, sino también del sufrimiento de Dios por nosotros. 

 El reto del ministerio es ayudar a las personas que atraviesan situaciones muy concretas, tales como la enfermedad o el dolor emocional, las limitaciones físicas o mentales, la pobreza, la opresión, o el estar atrapados en las complejas redes de instituciones seculares o religiosas, a ver y experimentar su historia como parte del continuo trabajo de redención que Dios lleva a cabo en el mundo. Esta perspectiva y esas experiencias tienen la capacidad de sanar precisamente porque regeneran la conexión perdida entre Dios y el mundo, y porque crean una nueva unidad en la que los recuerdos que antes parecían destructivos por completo, ahora forman parte de un suceso redentor.

Henri Nouwen

(Momentos de paz...)


viernes, 7 de agosto de 2020

UN AMOR QUE SIEMPRE DA LA BIENVENIDA

"La parábola del hijo pródigo 
es la historia
 que habla del amor que ya existía 
antes de cualquier rechazo 
y que estará presente después 
de que se se hayan producido 
todos los rechazos
Es el amor primero y duradero
 de un Dios que es Padre y Madre. 
Es la fuente del amor humano, 
incluso del más limitado. 
Toda la vida y predicación de Jesús 
estuvo dirigida a un único fin: 
revelar el inagotable e ilimitado amor 
materno y paterno de su Dios 
y mostrar el camino para dejar que ese amor 
dirija nuestra vida diaria. 
Es el amor que siempre da la bienvenida a casa 
y que siempre quiere celebrarlo".

Henri Nouwen
El regreso del hijo pródigo

RECLAMAR EL PRIMER AMOR

"Durante mucho tiempo consideré la baja autoestima una virtud. 
Me habían prevenido tanto contra el orgullo y la presunción 
que llegué a considerar que despreciarme era algo bueno. 
Pero ahora me he dado cuenta de que el verdadero pecado 
es negar el amor de Dios hacia mí, ignorar mi valía personal. Porque sin reclamar este primer amor y esta valía, 
pierdo el contacto con mi verdadero yo 
y comienzo a buscar en lugares equivocados 
lo que sólo puede encontrarse en la casa del Padre".

Henri Nouwen
El regreso del hijo pródigo

miércoles, 29 de julio de 2020

PARA ENCONTRAR EL TESORO EN LA TIERRA QUE PISAS

"Es difícil ser paciente. No sólo significa esperar hasta que pase algo sobre lo cual no tenemos control: la llegada del autobús, el fin de la lluvia, el regreso de un amigo, la resolución de un conflicto. La paciencia no significa esperar pasivamente hasta que otra persona haga algo. La paciencia nos pide vivir el momento plenamente, estar completamente presentes en el momento, saborear el aquí y ahora, estar donde estamos. Cuando estamos impacientes, tratamos de escapar del lugar donde estamos. Nos comportamos como si lo importante sucederá mañana, luego, y en otro lugar. Sé paciente y confía que el tesoro que buscas está escondido en la tierra que pisas".

Henri Nouwen

Fotografía: 
Yazmi Palenzuela

domingo, 26 de julio de 2020

CULTIVAR LA PRESENCIA EN LAS BENDICIONES


"Por presencia entiendo la atención a las bendiciones que nos llegan día a día, año tras año. El problema de la vida moderna es que estamos demasiado ocupados, para poder darnos cuenta de que somos personas bendecidas. A menudo, la gente dice cosas buenas acerca de nosotros, pero las despreciamos con comentarios como: «No vale la pena, olvídalo, no es nada...» o cosas parecidas. Estos comentarios pueden parecer expresiones de humildad, pero de hecho, son señales de que no estábamos realmente preparados para recibir las bendiciones que se nos daban. No nos es fácil, a nosotros, personas ocupadas, recibir verdaderamente una bendición. Quizá el hecho de que pocas personas ofrecen una bendición real es el resultado triste de la ausencia de personas que quieran y sean capaces de recibir una bendición semejante. Se nos ha hecho extremadamente difícil detenernos, oír, prestar atención y recibir, agradecidos, lo que se nos ofrece".

Henri Nouwen
Tú eres el amado

viernes, 17 de julio de 2020

LA VERDAD FUNDAMENTAL

"El autodesprecio es el enemigo mayor de la vida espiritual porque està en contradicciòn con la voz sagrada que nos llama "amado". Ser amado expresa la verdad màs profunda de nuestra existencia; es una voz suave y amorosa que habla en el silencio y en la soledad de mi corazòn

(Henri Nouwen).

miércoles, 15 de julio de 2020

MIRAR A LA GENTE Y AL MUNDO CON LOS OJOS DE DIOS

"La primera vez que vi el cuadro de Rembrandt no estaba tan familiarizado con la morada de Dios dentro de mí como lo estoy ahora. Sin embargo, mi reacción profunda ante el abrazo del padre a su hijo me hizo ver que estaba buscando desesperadamente ese lugar interior donde yo también pudiera ser abrazado como el joven del cuadro. Al mismo tiempo, no podía prever lo que iba a suponer el acercarme más y más a ese lugar. Estoy muy agradecido por no haber sabido de antemano lo que Dios me tenía preparado. Y también agradezco el nuevo sitio que se me ha abierto a través de todo el sufrimiento interior. Ahora tengo una vocación nueva. Es la vocación de hablar y escribir desde ese lugar profundo hacia las otras dimensiones de mí mismo y de dirigirme a las vidas llenas de inquietud de otras personas... Ahora sé que debo hablar desde la eternidad al tiempo real, desde la alegría duradera a las realidades pasajeras de nuestra corta existencia en este mundo, desde la morada del amor a las moradas del miedo, desde la casa de Dios a las casas de los seres humanos. Soy plenamente consciente de la grandeza de esta vocación. Más aún, estoy totalmente seguro de que éste es el único camino para mí. Podría llamársele visión «profética»: mirar a la gente y a este mundo con los ojos de Dios.

Henri Nouwen
El regreso del hijo pródigo

viernes, 10 de julio de 2020

LIDERAR CON COMPASIÓN

"La misión del líder cristiano es la de sacar a flote lo mejor que tiene el hombre e impulsarlo hacia delante, hacia una comunidad más humana. El peligro está en que su ojo, hábil a la hora de hacer un buen diagnóstico, se convierta más en un ojo que hace análisis detallados y distantes, que en el ojo de alguien que, con sentido de compasión, haga el camino con su hermano. Y sí los sacerdotes y ministros del mañana piensan que la solución al problema del liderazgo cristiano de cara a la próxima generación es una mejor preparación, pueden acabar sintiéndose más frustrados y desilusionados que los líderes de hoy".


"No es misión del líder cristiano ir de un lado para otro intentando nerviosamente redimir a las personas, salvarlas en el último minuto, ponerlas en el buen camino. Porque hemos sido redimidos una sola vez y para siempre. El líder cristiano está llamado a ayudar a los demás a afirmar estas grandes buenas nuevas y a hacer visible en los acontecimientos diarios el hecho de que detrás de la cortina sucia de nuestros penosos síntomas hay algo grande que ver: la cara de Aquel a cuya imagen hemos sido modelados" 

(Henri Nouwen, El sanador herido).

martes, 7 de julio de 2020

VERDADEROS LÍDERES ESPIRITUALES

"El primer trabajo, el más importante que debe exigirse a un ministro del futuro es clarificar la inmensa confusión que puede surgir cuando las personas empiezan a vivir en su nuevo mundo interior. Es un hecho penoso darse cuenta de lo pobremente que están preparados la mayoría de los líderes cristianos cuando se les invita a ser líderes espirituales en el verdadero sentido de la palabra. La mayoría de ellos están acostumbrados a pensar en términos de organizaciones a gran escala, escuelas, hospitales, y a dirigir todos esos montajes espectaculares, como si se tratara de un director de circo. Se han convertido en personas a las que no les son familiares los movimientos significativos del espíritu. Es más, a veces se sienten asustados ante ellos. Tengo miedo de que, dentro de unas décadas, la Iglesia sea acusada de haber fracasado en su función más fundamental: ofrecer a los hombres vías creativas de comunicación con la fuente de la vida humana.

Henri Nouwen
EL SANADOR HERIDO

martes, 30 de junio de 2020

UN ESFUERZO PERSISTENTE PARA ORAR

Henri Nouwen, según lo cuenta Michael O´Laughlin en su libro El Amado de Dios, tuvo un encuentro con la Madre Teresa de Calcuta que le impactó, y trajo frutos en la vida de Nouwen. Comparto algunas ideas: 

"Necesitaba que periódicamente le recordasen que el hecho de rezar era más importante que hablar o que escribir acerca de la oración. De la misma forma, necesitaba que le recordasen que vivir en comunidad era más importante que hablar o escribir acerca de la comunidad. Vivir realmente estas cosas era tanto más difícil dado que su experiencia espiritual más elevada residía en escribir y en darle forma a una visión que pudiera mostrarle a los demás. No obstante, aceptó el consejo de la Madre Teresa y hacía verdaderamente un esfuerzo persistente por rezar todos los días durante al menos una hora en total. También decía misa diariamente...".

Michael O´Laughlin
El amado de Dios
Biografía espiritual de Henri Nouwen.
DDB, 2006
(Fotografía: Yazmi Palenzuela)

La oración es ese diálogo íntimo y misterioso entre Dios y el ser humano; podemos estudiar pautas y modelos, y aprender de la experiencia de otros, pero al final, cada uno debe encontrar su propio modo, único y auténtico, de entrar en ese diálogo amistoso, reverente y renovador. Nouwen, como Thomas Merton y otros, oraba escribiendo, oraba buscando, y oraba mientras anhelaba desesperadamente a Dios. 

martes, 23 de junio de 2020

RECLAMAR TU CORPORALIDAD PARA LA VIDA ETERNA

Nunca te has sentido completamente a salvo en tu cuerpo. Pero Dios quiere amarte en todo lo que eres: espíritu y cuerpo. Cada vez más, has llegado a ver a tu cuerpo como un enemigo que hay que conquistar. Pero Dios quiere que seas amigable con tu cuerpo, de manera que pueda estar preparado para la resurrección. Cuando no eres totalmente dueño de tu cuerpo, no puedes reclamarle una vida eterna

¿ Entonces, cómo hacer que tu cuerpo vuelva a pertenecerte? Dejándolo participar en tu deseo más profundo de recibir y ofrecer amor. Tu cuerpo necesita ser sostenido y sostener, ser tocado y tocar. Ninguna de estas necesidades es para desdeñar, negar ni reprimir. Pero tienes que seguir buscando tu necesidad corporal más profunda, la necesidad de amor genuino. Cada vez que puedes ir más allá de los deseos corporales superficiales de amor, estas haciendo que tu cuerpo te vuelva a pertenecer y te estas acercando a la integración y a la unidad. 

 El Espíritu de Dios cubrió a María, y en ella toda enemistad entre el espíritu y el cuerpo fue superada. Así, el Espíritu de Dios se unió al espíritu del hombre, y el cuerpo humano se transformó en el templo destinado a elevarse hacia la intimidad de Dios a través de la resurrección. A todo cuerpo humano se le ha dado una nueva esperanza, la de pertenecer eternamente al Dios que lo creo. Gracias a la Encarnación, puedes hacer que tu cuerpo te vuelva a pertenecer.

Henri Nouwen
La voz interior del amor

martes, 16 de junio de 2020

UNA CONFIANZA RADICAL EN DIOS

"Beber, igual que comer, es uno de los actos humanos más universales. Bebemos para seguir viviendo o bebemos para acelerar nuestra muerte. No es una sorpresa que la copa sea un símbolo tan universal. Abarca mucho de lo que hacemos en nuestra vida. Pero, la copa de la que habla Jesús no es ni un símbolo de victoria ni un símbolo de muerte. Es un símbolo de vida, llena de dolores y gozos, que podemos mantener en nuestras manos, que podemos levantar y beber como una bendición y como un camino de salvación

"¿Podéis beber la copa que yo he de beber?", nos pregunta Jesús. Esta pregunta tendrá un sentido diferente cada día a lo largo de nuestras vidas. ¿Podemos abrazar con buen ánimo las penas y los gozos que nos llegan día tras día? En un momento dado puede parecer muy fácil beber la copa, y en ese momento podemos dar un sí rápido a la pregunta de Jesús. Pero quizá al poco tiempo, las cosas pueden parecemos completamente diferentes, y todo nuestro ser grita: «¡No, nunca!» Debemos dejar al sí y al no, a ambos, que hablen en nosotros para llegar a conocer con mayor profundidad el enorme desafío de la pregunta de Jesús. Juan y Santiago no tenían ni la más mínima idea de lo que decían cuando respondieron que sí. Su primer sí tan fácil tuvo que ser seguido por muchos difíciles síes hasta que sus copas se vaciaron totalmente

¿Y cuál es la recompensa de una respuesta auténticamente afirmativa? La madre de Juan y de Santiago quería una recompensa concreta. Ambicionaban el poder, la influencia, el éxito, la riqueza. Querían ser su mano derecha e izquierda en el nuevo orden político. Pero, a pesar de su mala interpretación, habían sido profundamente tocados por este hombre, Jesús. En su presencia, habían experimentado algo que nunca habían imaginado. Tenía que ver con la libertad interior, el amor, la preocupación por los demás y, sobre todo, con Dios. Sí, querían poder e influencia, pero sobre todo querían estar cerca de Jesús a toda costa. A medida que avanzaban en su camino personal al lado de Jesús, descubrieron gradualmente a lo que habían dicho sí. Y en cada una de esas ocasiones tenían que hacer una nueva elección. ¿Querían seguir con Jesús o abandonarlo? ¿Querían seguir el camino de Jesús o buscar a algún otro que les diera el poder que deseaban? Más tarde, Jesús les planteó el reto directamente: «¿También vosotros queréis marcharos? Pedro respondió: Señor, ¿a quién iríamos? Tus palabras dan vida eterna. Nosotros creemos y sabemos que eres el santo de Dios» (Jn 6,67-69). 

 
Pero seguía en pie la pregunta: «¿Podéis beber la copa?». Dijeron que sí una y otra vez. ¿Y en qué quedó el tema de los asientos en el reino? Podrían no ser los sillones que habían esperado... Beber la copa no es un acto heroico con una maravillosa recompensa. No es la ganancia fruto de un contrato. Beber la copa es un acto de amor desprendido, de inmensa confianza, de sometimiento a un Dios que les dará lo que necesiten cuando lo necesiten. La invitación de Jesús a beber la copa sin ofrecer la recompensa que esperamos es el gran reto de la vida espiritual. Rompe todos los cálculos humanos y todas las expectativas. Desafía todos nuestros deseos de seguridad por adelantado. Pide una confianza radical en Dios, la misma confianza que hizo beber a Jesús la copa hasta las heces. Beber la copa que bebió Jesús es vivir una vida en el espíritu de Jesús, que es el espíritu de un amor incondicional

Se trata solamente del amor, puro, sin restricciones, ilimitado, totalmente abierto, totalmente libre. Esta intimidad le dio a Jesús la fuerza para beber la copa. Esta intimidad tiene un nombre, un nombre divino. Es el Espíritu Santo. Vivir una vida espiritual es vivir una vida en la que el Espíritu Santo nos guiará y nos dará la fuerza y el coraje para seguir diciendo sí a la gran pregunta".

(Pasajes del libro "¿Puedes beber este cáliz?", de Henri Nouwen, preparado para una lectura en grupo).

lunes, 8 de junio de 2020

BEBER LA COPA DE LA SALVACIÒN (2)

La segunda forma para poder beber nuestra copa es con la ayuda de la palabra. No es suficiente reivindicar nuestra pena y nuestro gozo en silencio, necesitamos hablar sobre lo que es nuestra copa. Mientras vivamos nuestra verdad más profunda en secreto, aislados de la comunidad de amor, su carga será demasiado pesada para poder soportarlo. 

El miedo a que nos conozcan puede causar una contradicción entre lo que sentimos y lo que manifestamos en público y ello nos hace sentirnos despreciables, aunque por otro lado seamos aclamados y alabados por muchos. Para conocernos verdaderamente a nosotros mismos y conocer realmente nuestra unicidad en el camino de la vida, necesitamos ser conocidos y admitidos por los demás en lo que realmente somos. No podemos vivir una vida espiritual en secreto. No podemos encontrar nuestro camino hacia la verdadera libertad en el aislamiento. El silencio, si no va acompañado de la palabra posteriormente, es tan peligroso como la soledad sin comunidad. Ambas realidades tienen que ir unidas

Hablar de nuestra copa y de lo que ella contiene no es fácil. Exige una auténtica disciplina porque, lo mismo que queremos huir del silencio para evitar la confrontación con nosotros mismos, queremos huir de hablar sobre nuestra vida interior para evitar la confrontación con los demás. No estoy sugiriendo que cualquier persona a la que conozcamos o con la que nos encontremos deba enterarse de lo que hay en nuestra copa. Al contrario, sería una falta de tacto, algo imprudente e incluso peligroso exponer nuestro interior más íntimo a personas que no pueden ofrecernos seguridad y confianza. Pero sí afirmo que necesitamos amigos que nos quieran, que se preocupen por nosotros, que nos cuiden, con los que podamos hablar con el corazón en la mano. Tales amigos pueden curarnos de la parálisis que genera el secretismo. Pueden ofrecernos un lugar sagrado y seguro, en el que podamos expresar nuestras penas más profundas y nuestros gozos, y pueden servirnos de contraste teniendo siempre el amor como telón de fondo, empujándonos a una mayor madurez espiritual.  

Cuando nos comprometamos plenamente con la aventura espiritual de beber nuestra copa hasta el fondo, descubriremos pronto que los que están haciendo el mismo camino que nosotros nos ofrecerán su apoyo, su amistad y su amor. Ésta ha sido mi experiencia más sagrada: que Dios envía amigos admirables a los que hacen de Él su única preocupación.  Cuando nos atrevemos a hablar desde las profundidades de nuestro corazón a los amigos que Dios nos ha dado, iremos encontrando gradualmente una nueva libertad dentro de nosotros y coraje renovado para vivir nuestros propios dolores y gozos en plenitud. Nada nos dará tanta fuerza como ser completamente conocidos y totalmente amados por nuestros hermanos en nombre de Dios

Eso nos dará el coraje para beber nuestra copa hasta el fondo, sabiendo que es la copa de nuestra salvación. Eso nos permitirá, no solamente vivir bien, sino también morir bien. Cuando estamos rodeados por amigos queridos, la muerte se convierte en la puerta para entrar en la plena comunión de los santos.

El tercer camino para beber la copa está en la acción. La acción, como el silencio y la palabra, puede ayudarnos a reivindicar y a celebrar nuestro verdadero ser. Pero también a la hora de la acción necesitamos disciplina, porque  estar tan ocupados, puede arrancarnos de nuestra propia vocación e impedirnos beber nuestra copa. 
No es fácil distinguir entre hacer aquello a lo que estamos llamados a hacer y hacer lo que queremos. Nuestros muchos deseos pueden distraernos fácilmente de nuestra verdadera acción. Ésta nos lleva al cumplimiento de nuestra vocación.  
Beber nuestra copa exige una elección cuidadosa de aquellas acciones que nos acercan más a vaciar esa copa por completo, para que al final de nuestra vida podamos decir con Jesús: Está cumplido (Jn 19,30). En palabras de Jesús: El que quiera conservar la vida, la perderá, y el que la pierda por mí, la conservará (Mt 10,39). Cuando nos entregamos a hacer la voluntad de Dios y no la nuestra, pronto descubrimos que mucho de lo que hacemos no hace falta que lo hagamos nosotros. Estamos llamados a hacer lo que nos traiga la verdadera paz y el verdadero gozo. Las acciones que llevan a un exceso de trabajo, a dejarnos exhaustos y esquilmados no pueden alabar y glorificar a Dios. Lo que Dios nos llama a hacer podemos hacerlo y hacerlo bien. Cuando escuchemos en silencio la voz de Dios y hablemos con nuestros amigos confiadamente, conoceremos lo que estamos llamados a hacer y lo haremos con corazón agradecido

El silencio, el hablar y el actuar son tres disciplinas que nos ayudan a beber nuestra copa. Son disciplinas porque no las practicamos espontáneamente. En un mundo que nos anima a evitar los temas más reales de la vida, estas disciplinas nos exigen un esfuerzo continuado de gran concentración. Pero si escogemos mantenernos en silencio, si nos rodeamos de un círculo de amigos en los que podamos confiar para hablar con ellos, y emprendemos acciones que broten de nuestra llamada, estamos de hecho bebiendo nuestra copa, sorbo a sorbo, hasta el fondo. Las tristezas de nuestras vidas ya no nos paralizarán, ni nuestros gozos nos harán perder la visión de lo que tenemos que hacer. Las disciplinas del silencio, la palabra y la acción centran nuestra visión en el camino que estamos haciendo y nos ayudan a seguir adelante, paso a paso, hasta nuestra meta. Y un día veremos acercarse a nosotros a quien ha estado esperándonos desde toda la eternidad para darnos la bienvenida al hogar. 

(Continuarà)

(Lo anterior es un resumen de un texto de Henri Nouwen, para compartir en grupo, una vez que hemos leído íntegramente el libro: "¿Puedes beber este cáliz?")

lunes, 1 de junio de 2020

BEBER LA COPA DE LA SALVACIÓN (1)

-1-
La copa que debemos beber es la copa que tomamos en nuestras manos y que levantamos.En cualquier país o en cualquier cultura en que nos encontremos, beber juntos es un signo de amistad, de intimidad y de paz. Beber juntos puede convertirse en un hecho espiritual, en afirmar nuestra unidad como hijos del mismo Dios. Beber la copa de la vida nos hace dueños de lo que estamos viviendo. Es decir: «Ésta es la vida», pero también: «Quiero que ésta sea mi vida». 

Beber la copa de la vida es hacer nuestra e interiorizar plenamente nuestra existencia única, con todas sus penas y sus gozos. No es fácil hacerlo. Podemos sentirnos durante mucho tiempo incapaces de aceptar nuestra propia vida. Podemos estar luchando por conseguir una vida mejor, o al menos, diferente. A menudo se elevan en nosotros profundas protestas contra nuestro destino. Pero a medida que nos acostumbramos tranquilamente a nuestra propia realidad, a mirar con compasión nuestros dolores y alegrías, y a medida que somos capaces de descubrir el potencial único de nuestra manera de ser y de estar en el mundo, podemos ir más allá de nuestra protesta, podemos acercar a nuestros labios la copa de nuestra vida y beberla, despacio, con cuidado, pero hasta el fondo.


 Beber nuestra copa no es simplemente adaptarnos a las malas situaciones e intentar servirnos de ellas lo mejor posible. Beber nuestra copa es una manera de vivir con esperanza, con coraje y con confianza en nosotros mismos. Es estar en el mundo con la cabeza levantada, sólidamente asentados en el conocimiento de quiénes somos, es enfrentarnos a la realidad que nos rodea y responder a ella desde el fondo de nuestros corazones

La grandeza espiritual no tiene nada que ver con ser mayor que los demás. Tiene mucho que ver con llegar al nivel al que cada uno de nosotros tiene que llegar. La verdadera santidad es precisamente beber tu propia copa y confiar que así, asimilándote plenamente a tu propio caminar por la tierra, que es irremplazable, puedes llegar a ser una fuente de esperanza para muchos.

 Podemos elegir beber la copa de nuestra vida con la profunda convicción de que, bebiéndola, conseguiremos nuestra auténtica libertad. Así descubriremos que la copa del dolor y del gozo que estamos bebiendo, es la copa de la salvación

-2-
Sólo es posible beber la copa del dolor y del gozo cuando nos trae la salud, la fuerza, la libertad, la esperanza, el coraje, una vida nueva. Nadie beberá la copa de la vida cuando nos pone enfermos y hace que nos sintamos miserables. Sólo podemos bebería cuando es la copa de la salvación.

 La llegada y la marcha de los amigos, las experiencias del amor y de la traición, del cuidado y de la indiferencia, de la generosidad y de la tacañería, pueden convertirse en el camino de la verdadera salvación humana. Sí, las personas que nos aman también nos desilusionan; algunos momentos de gran satisfacción también nos revelan necesidades insatisfechas; estar en el hogar también nos muestra nuestra condición de personas sin hogar. Pero todas estas tensiones pueden crear en nosotros ese profundo anhelo de plena libertad que está más allá de todas las estructuras de nuestro mundo. Está claro que hay una misión que emerge de una vida que nunca es puro dolor o puro gozo, una misión que nos hace movernos más allá de nuestras limitaciones humanas y alcanzar la libertad total, la redención completa, la salvación última. 

 Jesús aceptó todo eso, no como un héroe primero adorado y después vilipendiado, sino como quien ha venido a cumplir una misión, y supo centrarse en esa su misión, fueran cuales fueran las respuestas de los demás. Jesús asimiló interiormente en toda su profundidad y como parte de su misión, el hecho de tener que beber la copa de su vida para cumplir el trabajo que su Abba, su Padre querido, le había encomendado. Sabía que beber la copa de su vida le traería la libertad, la gloría y la plenitud. Sabía que beber la copa le conduciría más allá de la trampa de este mundo para completar la liberación, de la agonía de la muerte al esplendor de la resurrección. Este conocimiento tenía poco que ver con la comprensión o el conocimiento intelectual. Era un conocimiento de un corazón cultivado en el jardín del amor eterno
Por tanto, la copa que quería beber Jesús y que bebió hasta vaciarla por completo se convirtió en la copa de la salvación. Beber la copa de la salvación significa vaciar la copa del dolor y del gozo para que Dios pueda llenarla de vida pura

 Adicciones, compulsiones y obsesiones revelan nuestras propias trampas. Nos hacen ver nuestra condición de pecadores, porque nos arrebatan nuestra preciosa libertad como hijos de Dios y por tanto nos esclavizan a un mundo estrecho y encogido. La muerte también nos apresa en su trampa. Beber la copa, como hizo Jesús, es la forma de evitar la trampa. Es el camino de nuestra salvación. La salvación no se nos reserva sólo para después de la muerte. Es una realidad diaria, que podemos gustar aquí y ahora. Y cuando nos sentamos juntos alrededor de la mesa del altar y ofrezco a todos los presentes la copa llena de vino, puedo anunciar con toda certeza: «Ésta es la copa de la salvación». 

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 ¿Cómo bebemos la copa de la salvación? Debemos bebería lentamente, saboreando cada sorbo, hasta el fondo. Vivir una vida completa es beber nuestra copa hasta que se quede vacía, confiando en que Dios la llenará con la vida eterna. Necesitamos de ciertas disciplinas bien concretas que nos ayuden a asimilar y a interiorizar nuestros gozos y nuestras penas, y a encontrar en ellos nuestro único camino de libertad espiritual. Me gustaría estudiar cómo tres disciplinas, la del silencio, la de la palabra y la de la acción, pueden ayudarnos a beber nuestra copa de la salvación. 

La primera forma de beber nuestra copa es en el silencio. Puede parecemos una sorpresa porque estar silencioso parece que es no hacer nada. Pero es precisamente en el silencio cuando nos enfrentamos a nuestro verdadero ser. A menudo las penas de nuestras vidas nos abruman de tal forma que hacemos cualquier cosa para no enfrentarnos a ellas. La radio, la televisión, los periódicos, los libros, las películas y también el trabajo intenso y una vida social muy llena, todas esas realidades pueden ser formas de escaparnos de nosotros mismos y hacer de la vida un largo entretenimiento. Entretenimiento es todo lo que capta nuestra mente y se la lleva fuera de las cosas que son difíciles de afrontar. Pero cuando empezamos a vivir la vida como un entretenimiento perdemos contacto con nuestras almas y nos convertimos en simples espectadores en un espectáculo que dura toda la vida. Incluso cualquier trabajo valioso, importante, puede convertirse en una forma de olvidar lo que somos realmente. No debe sorprendernos que para muchas personas la jubilación constituya una perspectiva aterradora. ¿Qué somos cuando no hay nada que nos mantenga ocupados? 

El silencio es la disciplina que nos ayuda a sobrepasar la categoría de entretenimiento de nuestras vidas. En ese silencio es donde podemos hacer que emerjan nuestras penas y gozos de los lugares en los que se ocultan. Podemos encontrar el silencio en la naturaleza, en nuestra propia casa, en una iglesia o en un lugar de meditación. Pero donde quiera que lo encontremos, debemos mimarlo. Porque sólo en el silencio podemos conocer en profundidad quiénes somos y poco a poco mirarnos a nosotros mismos como dones de Dios

Al principio el silencio puede asustarnos. En el silencio oímos las voces de las tinieblas: nuestros celos y nuestra rabia, nuestro resentimiento y nuestros deseos de venganza, nuestra lascivia y nuestra avaricia, nuestro dolor por las pérdidas, abusos o rechazos. Estas voces son a menudo ruidosas y persistentes. Nuestra reacción más espontánea es salir corriendo y volver a nuestro entretenimiento. Pero si mantenemos la disciplina de permanecer y de no consentir que esas voces nos intimiden, perderán gradualmente su fuerza y pasarán a un segundo plano, dejando un espacio para las voces más suaves, más agradables, de la luz. Estas voces hablan de paz, bondad, suavidad, gozo, esperanza, bien, perdón, y, sobre todo, de amor. Nos vienen desde lo más hondo de nosotros mismos y de muy lejos. Nos han estado hablando desde antes de nuestro nacimiento y nos revelan que no hay oscuridad en el que nos envió al mundo: sólo hay luz. Son parte de las voces de Dios, que nos llamó desde toda la eternidad: "Mi hijo querido, mi favorito, mi gozo". 

Los enormes poderes de nuestro mundo siguen pretendiendo ahogar esas voces suaves. Pero siguen siendo las voces de la verdad. Este sonido nos quita todos nuestros miedos y nos hace darnos cuenta de que podemos enfrentarnos a la realidad, sobre todo a nuestra propia realidad. Estar en silencio es la primera forma de aprender a beber nuestra copa.  

(Continuará)

(Lo anterior es un resumen de un texto de Henri Nouwen, para compartir en grupo, una vez que hemos leído íntegramente el libro: "¿Puedes beber este cáliz?")



martes, 26 de mayo de 2020

PARA ENTENDER LA ESPIRITUALIDAD DE HENRI NOUWEN

En esta entrevista, única e inédita, Henri Nouwen va desgranando los temas centrales de su pensamiento: la transformación de la soledad, la esencia de la oración, la huida de la tiranía de unas vidas tan ocupadas que no nos permiten ver que somos los amados de Dios… Esta conversación, tachonada de pequeñas gemas de sabiduría, merece una lectura lenta, contemplativa. Es una pequeña fuente de iluminación a la que podremos volver una y otra vez.

LEVANTAR LA COPA Y DAR GRACIAS, JUNTOS...

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Levantar la copa es una invitación a afirmar y a celebrar la vida juntos...  Levantamos la copa por la vida, es decir, para afirmar la vida juntos y celebrarla como un don de Dios. Cuando todos nosotros podemos mantener con firmeza entre nuestras manos nuestra propia copa, con sus muchas penas y alegrías, proclamando que es nuestra única vida, entonces también podemos levantarla para que los demás la vean y animarlos a levantar a su vez sus vidas. Por eso, cuando levantamos nuestras copas en un gesto libre de todo miedo, proclamando que nos apoyaremos mutuamente en nuestro viaje común, creamos comunidad

Nada es dulce o fácil cuando se trata de la comunidad. La comunidad es la asociación de personas que no esconden sus gozos o sus penas, sino que las hacen visibles unos a otros en un gesto de esperanza. Decimos en comunidad: 

"La vida está llena de ganancias y pérdidas, altos y bajos, pero no tenemos que vivir estos hechos en soledad. Queremos beber nuestra copa juntos y así celebrar la verdad de que las heridas de nuestras vidas individuales, que parecen intolerables cuando las vivimos en soledad, se convierten en fuentes de curación cuando las vivimos como parte de esa asociación de cuidados mutuos". 

La comunidad es como un gran mosaico. Cada pequeña pieza parece insignificante. Una pieza es de un rojo brillante, otra de un azul pálido o de un verde apagado, otra de un morado cálido, otra de un amarillo fuerte, otra de un dorado brillante. Algunas parecen preciosas, otras ordinarias; algunas valiosas, otras vulgares; algunas llamativas, otras delicadas. Como piedras individuales podemos hacer poco con ellas, salvo compararlas entre sí y emitir un juicio sobre su valor y belleza. Pero cuando todas estas pequeñas piezas son reunidas armónica, sabiamente en un gran mosaico, componiendo con ellas la figura de Cristo, ¿quién se preguntará nunca la importancia de cada una de ellas? Si una de ellas, hasta la más pequeña, falta, la cara está incompleta. Juntas en un mosaico, cada piedra pequeña es indispensable y contribuye de una forma única, indispensable, a la gloria de Dios. Eso es la comunidad. La asociación de personas sin importancia que juntas hacen a Dios visible en el mundo

Cada vez que hablamos o actuamos de forma que hacemos de nuestra vida una vida para los demás, nuestras vidas se elevan ante los otros. Cuando somos capaces de abrazar enteramente nuestras propias vidas, descubrimos que lo que anhelamos también lo proclamamos. Una vida bien llevada es, por tanto, una vida para los demás. Ya no nos preguntamos si nuestra vida es mejor o peor 
que la de los demás, y empezamos a ver claramente que cuando vivimos nuestra vida para los demás, no solamente estamos buscando nuestra individualidad sino que también proclamamos nuestro sitio único en el mosaico de la familia humana

A menudo tendemos a mantener nuestras vidas escondidas. La vergüenza y el sentido de culpabilidad nos impiden dejar que los otros sepan lo que vivimos. Si nos atrevemos a levantar nuestras copas y a dejar que nuestros compañeros vean lo que hay en ellas, ellos se animarán a levantar las suyas y a compartir con nosotros sus secretos celosa, ansiosamente escondidos. La mayor curación tiene lugar a menudo cuando dejamos de sentirnos aislados por nuestra vergüenza y nuestro sentido de culpabilidad, y descubrimos que otros, con mucha frecuencia, sienten lo que nosotros sentimos, piensan lo que pensamos y tienen los miedos, aprensiones y preocupaciones que nosotros tenemos. 

Elevar nuestras copas significa compartir nuestra vida para celebrarla. Cuando queremos beber nuestra copa y hacerlo hasta el fondo, necesitamos a otros que quieran beber la suya con nosotros. Necesitamos una comunidad en la que la confesión y la celebración estén siempre presentes a la vez. Cuando levantamos nuestra copa y decimos «por la vida», tenemos que estar hablando de vidas reales, no solamente de vidas difíciles, penosas, dolorosas, sino también de vidas tan llenas de gozo que la celebración se convierta en una respuesta espontánea.

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Elevar la copa es ofrecer una bendición. La copa del dolor y del gozo, cuando se eleva con y para los otros «por la vida», se convierte en copa de bendición. Muchos se sienten malditos por Dios por la enfermedad, las pérdidas, las disminuciones y los infortunios. Creen que su copa no contiene bendición alguna. 

El inmenso sufrimiento de la humanidad puede ser entendido fácilmente como signo de la ira de Dios, como un castigo. A menudo fue entendido de esta manera, y aún lo es. 
Sin embargo, Jesús cargó sobre sí mismo todo este sufrimiento y lo elevó en la cruz, no como una maldición sino como una bendición. Jesús hizo de la copa de la ira de Dios la copa de la bendición. Ése es el misterio de la eucaristía. Jesús murió por nosotros para que nosotros pudiéramos vivir. Derramó su sangre por nosotros para que encontráramos una vida nueva. Por nosotros se hizo un proscrito para que pudiéramos vivir en comunidad. Se hizo por nosotros alimento y bebida para que pudiéramos alimentarnos para la vida eterna. Eso es lo que Jesús quiso decir cuando cogió la copa y dijo: «Ésta es la copa de la nueva alianza sellada con mi sangre, que se derramó por vosotros» (Le 22,30). La eucaristía es ese sagrado misterio por el que lo que vivimos en un momento dado como una maldición, lo podemos vivir después como una bendición. 

A partir de ella, nuestro sufrimiento no puede ser ya un castigo. Jesús lo transformó en camino hacia una vida nueva: una nueva alianza, una nueva comunión, una nueva comunidad. Cuando levantamos la copa de nuestra vida y compartimos con los demás nuestros gozos y sufrimientos en mutua vulnerabilidad, puede hacerse visible entre nosotros la nueva alianza. La gran sorpresa reside en el hecho de que quien nos revela normalmente que nuestra copa es una copa de bendición es el más pequeño entre nosotros. La copa de la bendición es la copa que los sencillos tienen que ofrecernos.

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Levantamos las copas de nuestras vidas para comunicarnos vida mutuamente. En nuestra comunidad hay muchas pequeñas fiestas. Son ocasiones normalmente felices durante las cuales comemos y bebemos, cantamos y bailamos, pronunciamos discursos, hablamos y nos reímos mucho. Pero una celebración es algo más que simplemente una fiesta. Es una ocasión para animarnos mutuamente, tanto si estamos en un buen momento como si no, y profundizar nuestros vínculos como comunidad. Celebrar la vida es levantarla, hacerla visible a los demás, afirmarla en su concreción real y dar gracias por ella

La copa del dolor y del gozo, levantada para que los demás la vean y la celebren, se convierte en copa de vida. Nos resulta muy sencillo vivir unas vidas truncadas por las cosas duras que nos han sucedido en nuestro pasado y que preferimos no recordar. A menudo las preocupaciones de nuestro pasado nos parecen demasiado pesadas para soportarlas en solitario. La vergüenza y el sentido de culpabilidad nos hacen ocultar parte de nosotros mismos, y de esa forma vivimos a medias. Pero necesitamos vivir nuestra vida en comunidad y vivirla completa, en plenitud. Necesitamos vivirlas más allá de nuestro sentido de culpabilidad y de nuestra vergüenza, y dar gracias no sólo por nuestros éxitos y logros, sino también por nuestros fallos y nuestros defectos. Necesitamos que nuestras lágrimas fluyan libremente, lágrimas de pena o de gozo, lágrimas que son como la lluvia que cae sobre la tierra reseca. Si levantamos así nuestra vida en comunidad, todos juntos, podemos decir realmente «por la vida», porque todo lo que hemos vivido se convierte en tierra fértil de cara al futuro

Pero elevar nuestra copa por la vida es mucho más que decir cosas buenas los unos de los otros. Es mucho más que ofrecerse buenos deseos. Significa que tomamos todo lo que hemos vivido desde siempre y lo traemos al momento presente como regalo para los demás, un regalo que hay que celebrar. En la mayoría de los casos, solemos repasar nuestras vidas y decimos: «Agradezco las cosas buenas que me han traído hasta aquí». Pero cuando levantamos nuestra copa por la vida, debemos atrevernos a decir: «Doy gracias por todo lo que me ha pasado y lo que me ha traído a este momento». Esta gratitud que abarca todo nuestro pasado es lo que hace de nuestra vida un auténtico regalo para los otros, porque borra la amargura, los resentimientos, los pesares y el revanchismo, la envidia y la rivalidad. Transforma nuestro pasado en un don fructífero de cara al futuro, y hace de nuestra vida, de toda ella, algo que transmite vida.  

Cada vez que nos atrevemos a dar un paso para vencer nuestro miedo a ser vulnerables y a elevar nuestra copa, nuestras vidas y las de otras personas florecerán de forma absolutamente inesperada. Luego, nosotros también encontraremos la fuerza para beber nuestra copa y bebería hasta el fondo


(Lo anterior es un resumen de un texto de Henri Nouwen, para compartir en grupo, una vez que hemos leído íntegramente el libro: "¿Puedes beber este cáliz?")

sábado, 23 de mayo de 2020

TOMAR EN TUS MANOS LA COPA DE LA VIDA

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"No basta con vivir la vida. Debemos saber lo que estamos viviendo. Una vida sobre la que no reflexionamos no vale la pena ser vivida. Pertenece a la esencia del ser humano contemplar la propia vida, pensar en ella, discutir sobre ella, evaluarla y formar nuestras propias opiniones sobre ella. El mayor gozo, lo mismo que el mayor dolor de vivir, no sólo es una consecuencia de lo que vivimos, sino también e incluso más, de lo que pensamos y sentimos sobre cómo vivimos

 La reflexión es esencial para el crecimiento, el desarrollo y el cambio. Es el único poder de la persona humana

Sujetar firmemente con las manos la copa de la vida significa mirar con sentido crítico lo que estamos viviendo. Esto exige un gran coraje, pues puede atemorizarnos lo que vamos a ver. Pueden surgir preguntas para las que no tenemos respuestas. Pueden nacer dudas sobre cosas de las que teníamos una gran seguridad. El miedo puede estar agazapado y saltarnos a la cara desde los rincones más insospechados de nuestra alma. Nos tienta decirnos a nosotros mismos: «Vamos a vivir sencillamente la vida. Todo eso de pensar sobre ella lo único que trae consigo es hacerla más difícil». Pero sabemos por intuición que si no miramos la vida de una manera crítica, perdemos visión y orientación

Cuando bebemos la copa sin primero haberla mantenido entre nuestras manos, podemos emborracharnos e ir de un lado para otro sin dirección, sin sentido. Mantener firmemente entre las manos la copa de la vida es una disciplina dura... necesitamos frenar nuestro impulso de beber, poner ambas manos alrededor de la copa y preguntarnos: ¿Qué se me da a beber? ¿Qué hay en mi copa? ¿Es algo que no entraña riesgo? ¿Es bueno para mí? ¿Fortalecerá mi salud?. 

Lo mismo que hay una cantidad incontable de vinos, hay una variedad incalculable de vidas. No hay dos vidas iguales. A menudo comparamos nuestra vida con la de los demás e intentamos descifrar si son mejores o peores, pero esas comparaciones no nos sirven de mucho. Tenemos que vivir nuestra propia vida, no la de otros. Tenemos que mantener firmemente entre nuestras manos nuestra propia copa. Tenemos que atrevernos a decir: 

Ésta es mi vida, la que se me ha dado, y ésta es la vida que tengo que vivir lo mejor que pueda. Mi vida es única. Ningún otro vivirá esta vida mía. Tengo mi propia historia, mi propia familia, mi propio cuerpo, mi propio carácter, mis propios amigos, mi propia manera de pensar, de hablar y de actuar. Sí, tengo que vivir mi propia vida. Nadie tiene ante sí el mismo reto que yo. Estoy solo, porque soy único. Muchas personas pueden ayudarme a vivir mi vida, pero después de que todo haya sido dicho y hecho, tengo que hacer mis propias elecciones sobre cómo vivir

Es duro decirnos esto a nosotros mismos porque al hacerlo nos enfrentamos a nuestra propia soledad. Pero, al mismo tiempo, es nuestro reto maravilloso porque lleva consigo el privilegio de nuestra unicidad

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"¿Podéis beber la copa de amargura que yo he de beber?", preguntó Jesús a sus amigos. Ellos respondieron que sí. Pero no tenían idea de la carga de sufrimiento que conllevaba una respuesta afirmativa. La copa de Jesús es la copa del sufrimiento,  no solamente de sus propios sufrimientos sino de los de toda la humanidad. Es una copa llena de angustias físicas, mentales y espirituales. Es la copa del hambre, la tortura, la soledad, el rechazo, el abandono y la angustia inmensa. Es la copa llena de amargura. ¿Quién quiere beberla? 

 Jesús, el varón de dolores, y nosotros, hombres y mujeres de dolores, como él, estamos colgados ahí, entre el cielo y la tierra, gritando: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?.


Cuando le llegó a Jesús el momento de beber la copa, dijo: "Siento una tristeza mortal" (Mt 26,38)... En su inmensa soledad, cayó rostro en tierra y gritó: "Padre mío, si es posible, que pase de mí esta copa de amargura" (Mt 26,39)...  Demasiado dolor para aguantarlo, demasiado sufrimiento para abrazarlo, demasiada agonía para pasar por ella.  


¿Por qué pudo seguir diciendo sí? ...  (Porque)Jesús mantenía un vínculo espiritual con aquél al que llamaba Abba. Confiaba más allá de la traición, vivía una entrega por encima de la desesperación, un amor más allá de todos los miedos. Esta intimidad, esa íntima comunión con su Padre fue la que le hizo mantener la copa entre sus manos y orar: "Padre mío, no se haga como yo quiero, sino como quieres tú" (Mt 26,39). 

Jesús no arrojó la copa lejos de sí en un gesto de desesperación. No, la agarró con sus manos y deseó bebería hasta las heces. No fue una prueba de fuerza de voluntad, una decisión firme o un gesto de gran heroísmo. Fue un profundo y espiritual sí al Abba, al amante de su corazón herido

Nos preguntamos: ¿En dónde nos nacerá a todos ese gran sí? «Que sea como tú lo quieres, no como lo quiero yo». ¿Quién puede decir sí cuando no se ha oído la voz del amor? ¿Quién puede decir sí cuando no existe un Abba a quien dirigirse? ¿Quién puede decir sí cuando no se da un solo momento de consuelo? 

En medio de la oración angustiada de Jesús pidiendo a su Padre que apartara de él aquella copa de amargura, hubo un momento de consuelo. Sólo lo menciona el evangelista Lucas. 
Dice: "Entonces se le apareció un ángel del cielo que lo estuvo confortando" (Le 22,43). En medio de los dolores está el consuelo; en medio de la tiniebla se da la luz; en medio de la desesperación existe la esperanza; en medio de Babilonia se vislumbra Jerusalén; en medio del ejército de los demonios existe un ángel consolador. La copa de la amargura, que parece inconcebible, inasumible por sus dimensiones, es también la copa del gozo. Sólo cuando la descubrimos en nuestra propia vida podemos pensar en beberla.

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La copa de la vida es la copa del gozo tanto como la copa de la amargura. Es la copa en la que penas y gozos, tristezas y alegrías, el llanto y la danza nunca están separados. Si el gozo no pudiera estar presente donde hay amargura y dolor, sería imposible beber la copa de la vida. Por eso debemos mantener firmemente entre nuestras manos la copa y mirar cuidadosamente para ver los gozos escondidos entre los dolores. 

¿Podemos ver a Jesús como al hombre de los gozos? Parece imposible ver el gozo en un cuerpo torturado, desnudo, colgado de una cruz de madera, con los brazos extendidos. A veces, se presenta la cruz de Jesús como un trono glorioso en el que se sienta un rey. En esos casos se presenta el cuerpo de Jesús no destrozado por la flagelación y la crucifixión, sino luminoso, hermoso, con heridas sagradas. Las palabras de Jesús "cuando sea elevado de la tierra, atraeré a todos a mí" (Jn 12,32) se refieren no solamente a su crucifixión sino también a su resurrección. Ser elevado significa no sólo serlo como un crucificado sino también como resucitado.  

La cruz de Jesús es también estandarte de curación, no precisamente para sanar las heridas físicas sino para curar la condición humana mortal. El Señor resucitado eleva a todas las personas con él, hacia su vida, nueva y eterna. Jesús, que participó completamente en nuestras penas, quiere que nosotros compartamos con él plenamente su gozo. Jesús, el hombre lleno de gozo, quiere que participemos también de ese mismo gozo. 

 Jesús no quiere que sus amigos sufran, pero sabía que para ellos, como para él, el sufrimiento era el único y necesario camino hacia la gloria. Más tarde diría a dos de sus discípulos: "¿No era preciso que el Mesías sufriera todo esto antes de entrar en su gloria?" (Le 24,26). La «copa del dolor» y la «copa del gozo» no pueden separarse. Jesús sabía muy bien esto,  aunque luego necesitara un ángel del cielo para recordárselo. 

Nuestra copa está a menudo tan rebosante de dolor que nos parece imposible que quepa en ella el más mínimo gozo; la pena nos abruma... Entonces se nos tiene que recordar que nuestra copa de dolor es también nuestra copa de gozo y que un día seremos capaces de saborear el gozo tan plenamente como ahora saboreamos el dolor

Inmediatamente después de ser consolado por el ángel, Jesús se puso en pie y se enfrentó a Judas y a la cohorte que había venido a arrestarlo. Cuando Pedro desenvainó su espada e hirió al siervo del sumo sacerdote, Jesús le dijo: "Envaina de nuevo tu espada. ¿Es que no debo beber esta copa de amargura que el Padre me ha preparado?" (Jn 18,10-11). A partir de aquel momento Jesús ya no es el hombre abrumado por la angustia. Se enfrenta a sus enemigos con gran dignidad y libertad interior.  El sí incondicional de Jesús a su Padre le había fortalecido para beber la copa de amargura, no con una resignación pasiva, sino en total conocimiento de que la hora de su muerte sería también la hora de su gloria. 

¡Los gozos están escondidos en los dolores! Solemos olvidar esta verdad y nos sentimos abrumados por nuestra propia oscuridad. Perdemos de vista fácilmente la perspectiva de nuestros gozos y hablamos de nuestras penas como si fuese la única realidad existente. Necesitamos recordarnos unos a otros que la copa del dolor es también la copa del gozo, que lo que realmente nos causa tristeza puede convertirse en un campo fértil de alegría. Por tanto necesitamos ser ángeles los unos para los otros, necesitamos darnos mutuamente fuerza y consuelo. Porque solamente cuando nos demos cuenta perfectamente de que la copa de la vida no es sólo una copa de dolor sino también una copa de gozo, seremos capaces de beberla

(Lo anterior es un resumen de un texto de Henri Nouwen, para compartir en grupo, una vez que hemos leído íntegramente el libro: "¿Puedes beber este cáliz?")