martes, 30 de junio de 2020

UN ESFUERZO PERSISTENTE PARA ORAR

Henri Nouwen, según lo cuenta Michael O´Laughlin en su libro El Amado de Dios, tuvo un encuentro con la Madre Teresa de Calcuta que le impactó, y trajo frutos en la vida de Nouwen. Comparto algunas ideas: 

"Necesitaba que periódicamente le recordasen que el hecho de rezar era más importante que hablar o que escribir acerca de la oración. De la misma forma, necesitaba que le recordasen que vivir en comunidad era más importante que hablar o escribir acerca de la comunidad. Vivir realmente estas cosas era tanto más difícil dado que su experiencia espiritual más elevada residía en escribir y en darle forma a una visión que pudiera mostrarle a los demás. No obstante, aceptó el consejo de la Madre Teresa y hacía verdaderamente un esfuerzo persistente por rezar todos los días durante al menos una hora en total. También decía misa diariamente...".

Michael O´Laughlin
El amado de Dios
Biografía espiritual de Henri Nouwen.
DDB, 2006
(Fotografía: Yazmi Palenzuela)

La oración es ese diálogo íntimo y misterioso entre Dios y el ser humano; podemos estudiar pautas y modelos, y aprender de la experiencia de otros, pero al final, cada uno debe encontrar su propio modo, único y auténtico, de entrar en ese diálogo amistoso, reverente y renovador. Nouwen, como Thomas Merton y otros, oraba escribiendo, oraba buscando, y oraba mientras anhelaba desesperadamente a Dios. 

martes, 23 de junio de 2020

RECLAMAR TU CORPORALIDAD PARA LA VIDA ETERNA

Nunca te has sentido completamente a salvo en tu cuerpo. Pero Dios quiere amarte en todo lo que eres: espíritu y cuerpo. Cada vez más, has llegado a ver a tu cuerpo como un enemigo que hay que conquistar. Pero Dios quiere que seas amigable con tu cuerpo, de manera que pueda estar preparado para la resurrección. Cuando no eres totalmente dueño de tu cuerpo, no puedes reclamarle una vida eterna

¿ Entonces, cómo hacer que tu cuerpo vuelva a pertenecerte? Dejándolo participar en tu deseo más profundo de recibir y ofrecer amor. Tu cuerpo necesita ser sostenido y sostener, ser tocado y tocar. Ninguna de estas necesidades es para desdeñar, negar ni reprimir. Pero tienes que seguir buscando tu necesidad corporal más profunda, la necesidad de amor genuino. Cada vez que puedes ir más allá de los deseos corporales superficiales de amor, estas haciendo que tu cuerpo te vuelva a pertenecer y te estas acercando a la integración y a la unidad. 

 El Espíritu de Dios cubrió a María, y en ella toda enemistad entre el espíritu y el cuerpo fue superada. Así, el Espíritu de Dios se unió al espíritu del hombre, y el cuerpo humano se transformó en el templo destinado a elevarse hacia la intimidad de Dios a través de la resurrección. A todo cuerpo humano se le ha dado una nueva esperanza, la de pertenecer eternamente al Dios que lo creo. Gracias a la Encarnación, puedes hacer que tu cuerpo te vuelva a pertenecer.

Henri Nouwen
La voz interior del amor

martes, 16 de junio de 2020

UNA CONFIANZA RADICAL EN DIOS

"Beber, igual que comer, es uno de los actos humanos más universales. Bebemos para seguir viviendo o bebemos para acelerar nuestra muerte. No es una sorpresa que la copa sea un símbolo tan universal. Abarca mucho de lo que hacemos en nuestra vida. Pero, la copa de la que habla Jesús no es ni un símbolo de victoria ni un símbolo de muerte. Es un símbolo de vida, llena de dolores y gozos, que podemos mantener en nuestras manos, que podemos levantar y beber como una bendición y como un camino de salvación

"¿Podéis beber la copa que yo he de beber?", nos pregunta Jesús. Esta pregunta tendrá un sentido diferente cada día a lo largo de nuestras vidas. ¿Podemos abrazar con buen ánimo las penas y los gozos que nos llegan día tras día? En un momento dado puede parecer muy fácil beber la copa, y en ese momento podemos dar un sí rápido a la pregunta de Jesús. Pero quizá al poco tiempo, las cosas pueden parecemos completamente diferentes, y todo nuestro ser grita: «¡No, nunca!» Debemos dejar al sí y al no, a ambos, que hablen en nosotros para llegar a conocer con mayor profundidad el enorme desafío de la pregunta de Jesús. Juan y Santiago no tenían ni la más mínima idea de lo que decían cuando respondieron que sí. Su primer sí tan fácil tuvo que ser seguido por muchos difíciles síes hasta que sus copas se vaciaron totalmente

¿Y cuál es la recompensa de una respuesta auténticamente afirmativa? La madre de Juan y de Santiago quería una recompensa concreta. Ambicionaban el poder, la influencia, el éxito, la riqueza. Querían ser su mano derecha e izquierda en el nuevo orden político. Pero, a pesar de su mala interpretación, habían sido profundamente tocados por este hombre, Jesús. En su presencia, habían experimentado algo que nunca habían imaginado. Tenía que ver con la libertad interior, el amor, la preocupación por los demás y, sobre todo, con Dios. Sí, querían poder e influencia, pero sobre todo querían estar cerca de Jesús a toda costa. A medida que avanzaban en su camino personal al lado de Jesús, descubrieron gradualmente a lo que habían dicho sí. Y en cada una de esas ocasiones tenían que hacer una nueva elección. ¿Querían seguir con Jesús o abandonarlo? ¿Querían seguir el camino de Jesús o buscar a algún otro que les diera el poder que deseaban? Más tarde, Jesús les planteó el reto directamente: «¿También vosotros queréis marcharos? Pedro respondió: Señor, ¿a quién iríamos? Tus palabras dan vida eterna. Nosotros creemos y sabemos que eres el santo de Dios» (Jn 6,67-69). 

 
Pero seguía en pie la pregunta: «¿Podéis beber la copa?». Dijeron que sí una y otra vez. ¿Y en qué quedó el tema de los asientos en el reino? Podrían no ser los sillones que habían esperado... Beber la copa no es un acto heroico con una maravillosa recompensa. No es la ganancia fruto de un contrato. Beber la copa es un acto de amor desprendido, de inmensa confianza, de sometimiento a un Dios que les dará lo que necesiten cuando lo necesiten. La invitación de Jesús a beber la copa sin ofrecer la recompensa que esperamos es el gran reto de la vida espiritual. Rompe todos los cálculos humanos y todas las expectativas. Desafía todos nuestros deseos de seguridad por adelantado. Pide una confianza radical en Dios, la misma confianza que hizo beber a Jesús la copa hasta las heces. Beber la copa que bebió Jesús es vivir una vida en el espíritu de Jesús, que es el espíritu de un amor incondicional

Se trata solamente del amor, puro, sin restricciones, ilimitado, totalmente abierto, totalmente libre. Esta intimidad le dio a Jesús la fuerza para beber la copa. Esta intimidad tiene un nombre, un nombre divino. Es el Espíritu Santo. Vivir una vida espiritual es vivir una vida en la que el Espíritu Santo nos guiará y nos dará la fuerza y el coraje para seguir diciendo sí a la gran pregunta".

(Pasajes del libro "¿Puedes beber este cáliz?", de Henri Nouwen, preparado para una lectura en grupo).

lunes, 8 de junio de 2020

BEBER LA COPA DE LA SALVACIÒN (2)

La segunda forma para poder beber nuestra copa es con la ayuda de la palabra. No es suficiente reivindicar nuestra pena y nuestro gozo en silencio, necesitamos hablar sobre lo que es nuestra copa. Mientras vivamos nuestra verdad más profunda en secreto, aislados de la comunidad de amor, su carga será demasiado pesada para poder soportarlo. 

El miedo a que nos conozcan puede causar una contradicción entre lo que sentimos y lo que manifestamos en público y ello nos hace sentirnos despreciables, aunque por otro lado seamos aclamados y alabados por muchos. Para conocernos verdaderamente a nosotros mismos y conocer realmente nuestra unicidad en el camino de la vida, necesitamos ser conocidos y admitidos por los demás en lo que realmente somos. No podemos vivir una vida espiritual en secreto. No podemos encontrar nuestro camino hacia la verdadera libertad en el aislamiento. El silencio, si no va acompañado de la palabra posteriormente, es tan peligroso como la soledad sin comunidad. Ambas realidades tienen que ir unidas

Hablar de nuestra copa y de lo que ella contiene no es fácil. Exige una auténtica disciplina porque, lo mismo que queremos huir del silencio para evitar la confrontación con nosotros mismos, queremos huir de hablar sobre nuestra vida interior para evitar la confrontación con los demás. No estoy sugiriendo que cualquier persona a la que conozcamos o con la que nos encontremos deba enterarse de lo que hay en nuestra copa. Al contrario, sería una falta de tacto, algo imprudente e incluso peligroso exponer nuestro interior más íntimo a personas que no pueden ofrecernos seguridad y confianza. Pero sí afirmo que necesitamos amigos que nos quieran, que se preocupen por nosotros, que nos cuiden, con los que podamos hablar con el corazón en la mano. Tales amigos pueden curarnos de la parálisis que genera el secretismo. Pueden ofrecernos un lugar sagrado y seguro, en el que podamos expresar nuestras penas más profundas y nuestros gozos, y pueden servirnos de contraste teniendo siempre el amor como telón de fondo, empujándonos a una mayor madurez espiritual.  

Cuando nos comprometamos plenamente con la aventura espiritual de beber nuestra copa hasta el fondo, descubriremos pronto que los que están haciendo el mismo camino que nosotros nos ofrecerán su apoyo, su amistad y su amor. Ésta ha sido mi experiencia más sagrada: que Dios envía amigos admirables a los que hacen de Él su única preocupación.  Cuando nos atrevemos a hablar desde las profundidades de nuestro corazón a los amigos que Dios nos ha dado, iremos encontrando gradualmente una nueva libertad dentro de nosotros y coraje renovado para vivir nuestros propios dolores y gozos en plenitud. Nada nos dará tanta fuerza como ser completamente conocidos y totalmente amados por nuestros hermanos en nombre de Dios

Eso nos dará el coraje para beber nuestra copa hasta el fondo, sabiendo que es la copa de nuestra salvación. Eso nos permitirá, no solamente vivir bien, sino también morir bien. Cuando estamos rodeados por amigos queridos, la muerte se convierte en la puerta para entrar en la plena comunión de los santos.

El tercer camino para beber la copa está en la acción. La acción, como el silencio y la palabra, puede ayudarnos a reivindicar y a celebrar nuestro verdadero ser. Pero también a la hora de la acción necesitamos disciplina, porque  estar tan ocupados, puede arrancarnos de nuestra propia vocación e impedirnos beber nuestra copa. 
No es fácil distinguir entre hacer aquello a lo que estamos llamados a hacer y hacer lo que queremos. Nuestros muchos deseos pueden distraernos fácilmente de nuestra verdadera acción. Ésta nos lleva al cumplimiento de nuestra vocación.  
Beber nuestra copa exige una elección cuidadosa de aquellas acciones que nos acercan más a vaciar esa copa por completo, para que al final de nuestra vida podamos decir con Jesús: Está cumplido (Jn 19,30). En palabras de Jesús: El que quiera conservar la vida, la perderá, y el que la pierda por mí, la conservará (Mt 10,39). Cuando nos entregamos a hacer la voluntad de Dios y no la nuestra, pronto descubrimos que mucho de lo que hacemos no hace falta que lo hagamos nosotros. Estamos llamados a hacer lo que nos traiga la verdadera paz y el verdadero gozo. Las acciones que llevan a un exceso de trabajo, a dejarnos exhaustos y esquilmados no pueden alabar y glorificar a Dios. Lo que Dios nos llama a hacer podemos hacerlo y hacerlo bien. Cuando escuchemos en silencio la voz de Dios y hablemos con nuestros amigos confiadamente, conoceremos lo que estamos llamados a hacer y lo haremos con corazón agradecido

El silencio, el hablar y el actuar son tres disciplinas que nos ayudan a beber nuestra copa. Son disciplinas porque no las practicamos espontáneamente. En un mundo que nos anima a evitar los temas más reales de la vida, estas disciplinas nos exigen un esfuerzo continuado de gran concentración. Pero si escogemos mantenernos en silencio, si nos rodeamos de un círculo de amigos en los que podamos confiar para hablar con ellos, y emprendemos acciones que broten de nuestra llamada, estamos de hecho bebiendo nuestra copa, sorbo a sorbo, hasta el fondo. Las tristezas de nuestras vidas ya no nos paralizarán, ni nuestros gozos nos harán perder la visión de lo que tenemos que hacer. Las disciplinas del silencio, la palabra y la acción centran nuestra visión en el camino que estamos haciendo y nos ayudan a seguir adelante, paso a paso, hasta nuestra meta. Y un día veremos acercarse a nosotros a quien ha estado esperándonos desde toda la eternidad para darnos la bienvenida al hogar. 

(Continuarà)

(Lo anterior es un resumen de un texto de Henri Nouwen, para compartir en grupo, una vez que hemos leído íntegramente el libro: "¿Puedes beber este cáliz?")

lunes, 1 de junio de 2020

BEBER LA COPA DE LA SALVACIÓN (1)

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La copa que debemos beber es la copa que tomamos en nuestras manos y que levantamos.En cualquier país o en cualquier cultura en que nos encontremos, beber juntos es un signo de amistad, de intimidad y de paz. Beber juntos puede convertirse en un hecho espiritual, en afirmar nuestra unidad como hijos del mismo Dios. Beber la copa de la vida nos hace dueños de lo que estamos viviendo. Es decir: «Ésta es la vida», pero también: «Quiero que ésta sea mi vida». 

Beber la copa de la vida es hacer nuestra e interiorizar plenamente nuestra existencia única, con todas sus penas y sus gozos. No es fácil hacerlo. Podemos sentirnos durante mucho tiempo incapaces de aceptar nuestra propia vida. Podemos estar luchando por conseguir una vida mejor, o al menos, diferente. A menudo se elevan en nosotros profundas protestas contra nuestro destino. Pero a medida que nos acostumbramos tranquilamente a nuestra propia realidad, a mirar con compasión nuestros dolores y alegrías, y a medida que somos capaces de descubrir el potencial único de nuestra manera de ser y de estar en el mundo, podemos ir más allá de nuestra protesta, podemos acercar a nuestros labios la copa de nuestra vida y beberla, despacio, con cuidado, pero hasta el fondo.


 Beber nuestra copa no es simplemente adaptarnos a las malas situaciones e intentar servirnos de ellas lo mejor posible. Beber nuestra copa es una manera de vivir con esperanza, con coraje y con confianza en nosotros mismos. Es estar en el mundo con la cabeza levantada, sólidamente asentados en el conocimiento de quiénes somos, es enfrentarnos a la realidad que nos rodea y responder a ella desde el fondo de nuestros corazones

La grandeza espiritual no tiene nada que ver con ser mayor que los demás. Tiene mucho que ver con llegar al nivel al que cada uno de nosotros tiene que llegar. La verdadera santidad es precisamente beber tu propia copa y confiar que así, asimilándote plenamente a tu propio caminar por la tierra, que es irremplazable, puedes llegar a ser una fuente de esperanza para muchos.

 Podemos elegir beber la copa de nuestra vida con la profunda convicción de que, bebiéndola, conseguiremos nuestra auténtica libertad. Así descubriremos que la copa del dolor y del gozo que estamos bebiendo, es la copa de la salvación

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Sólo es posible beber la copa del dolor y del gozo cuando nos trae la salud, la fuerza, la libertad, la esperanza, el coraje, una vida nueva. Nadie beberá la copa de la vida cuando nos pone enfermos y hace que nos sintamos miserables. Sólo podemos bebería cuando es la copa de la salvación.

 La llegada y la marcha de los amigos, las experiencias del amor y de la traición, del cuidado y de la indiferencia, de la generosidad y de la tacañería, pueden convertirse en el camino de la verdadera salvación humana. Sí, las personas que nos aman también nos desilusionan; algunos momentos de gran satisfacción también nos revelan necesidades insatisfechas; estar en el hogar también nos muestra nuestra condición de personas sin hogar. Pero todas estas tensiones pueden crear en nosotros ese profundo anhelo de plena libertad que está más allá de todas las estructuras de nuestro mundo. Está claro que hay una misión que emerge de una vida que nunca es puro dolor o puro gozo, una misión que nos hace movernos más allá de nuestras limitaciones humanas y alcanzar la libertad total, la redención completa, la salvación última. 

 Jesús aceptó todo eso, no como un héroe primero adorado y después vilipendiado, sino como quien ha venido a cumplir una misión, y supo centrarse en esa su misión, fueran cuales fueran las respuestas de los demás. Jesús asimiló interiormente en toda su profundidad y como parte de su misión, el hecho de tener que beber la copa de su vida para cumplir el trabajo que su Abba, su Padre querido, le había encomendado. Sabía que beber la copa de su vida le traería la libertad, la gloría y la plenitud. Sabía que beber la copa le conduciría más allá de la trampa de este mundo para completar la liberación, de la agonía de la muerte al esplendor de la resurrección. Este conocimiento tenía poco que ver con la comprensión o el conocimiento intelectual. Era un conocimiento de un corazón cultivado en el jardín del amor eterno
Por tanto, la copa que quería beber Jesús y que bebió hasta vaciarla por completo se convirtió en la copa de la salvación. Beber la copa de la salvación significa vaciar la copa del dolor y del gozo para que Dios pueda llenarla de vida pura

 Adicciones, compulsiones y obsesiones revelan nuestras propias trampas. Nos hacen ver nuestra condición de pecadores, porque nos arrebatan nuestra preciosa libertad como hijos de Dios y por tanto nos esclavizan a un mundo estrecho y encogido. La muerte también nos apresa en su trampa. Beber la copa, como hizo Jesús, es la forma de evitar la trampa. Es el camino de nuestra salvación. La salvación no se nos reserva sólo para después de la muerte. Es una realidad diaria, que podemos gustar aquí y ahora. Y cuando nos sentamos juntos alrededor de la mesa del altar y ofrezco a todos los presentes la copa llena de vino, puedo anunciar con toda certeza: «Ésta es la copa de la salvación». 

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 ¿Cómo bebemos la copa de la salvación? Debemos bebería lentamente, saboreando cada sorbo, hasta el fondo. Vivir una vida completa es beber nuestra copa hasta que se quede vacía, confiando en que Dios la llenará con la vida eterna. Necesitamos de ciertas disciplinas bien concretas que nos ayuden a asimilar y a interiorizar nuestros gozos y nuestras penas, y a encontrar en ellos nuestro único camino de libertad espiritual. Me gustaría estudiar cómo tres disciplinas, la del silencio, la de la palabra y la de la acción, pueden ayudarnos a beber nuestra copa de la salvación. 

La primera forma de beber nuestra copa es en el silencio. Puede parecemos una sorpresa porque estar silencioso parece que es no hacer nada. Pero es precisamente en el silencio cuando nos enfrentamos a nuestro verdadero ser. A menudo las penas de nuestras vidas nos abruman de tal forma que hacemos cualquier cosa para no enfrentarnos a ellas. La radio, la televisión, los periódicos, los libros, las películas y también el trabajo intenso y una vida social muy llena, todas esas realidades pueden ser formas de escaparnos de nosotros mismos y hacer de la vida un largo entretenimiento. Entretenimiento es todo lo que capta nuestra mente y se la lleva fuera de las cosas que son difíciles de afrontar. Pero cuando empezamos a vivir la vida como un entretenimiento perdemos contacto con nuestras almas y nos convertimos en simples espectadores en un espectáculo que dura toda la vida. Incluso cualquier trabajo valioso, importante, puede convertirse en una forma de olvidar lo que somos realmente. No debe sorprendernos que para muchas personas la jubilación constituya una perspectiva aterradora. ¿Qué somos cuando no hay nada que nos mantenga ocupados? 

El silencio es la disciplina que nos ayuda a sobrepasar la categoría de entretenimiento de nuestras vidas. En ese silencio es donde podemos hacer que emerjan nuestras penas y gozos de los lugares en los que se ocultan. Podemos encontrar el silencio en la naturaleza, en nuestra propia casa, en una iglesia o en un lugar de meditación. Pero donde quiera que lo encontremos, debemos mimarlo. Porque sólo en el silencio podemos conocer en profundidad quiénes somos y poco a poco mirarnos a nosotros mismos como dones de Dios

Al principio el silencio puede asustarnos. En el silencio oímos las voces de las tinieblas: nuestros celos y nuestra rabia, nuestro resentimiento y nuestros deseos de venganza, nuestra lascivia y nuestra avaricia, nuestro dolor por las pérdidas, abusos o rechazos. Estas voces son a menudo ruidosas y persistentes. Nuestra reacción más espontánea es salir corriendo y volver a nuestro entretenimiento. Pero si mantenemos la disciplina de permanecer y de no consentir que esas voces nos intimiden, perderán gradualmente su fuerza y pasarán a un segundo plano, dejando un espacio para las voces más suaves, más agradables, de la luz. Estas voces hablan de paz, bondad, suavidad, gozo, esperanza, bien, perdón, y, sobre todo, de amor. Nos vienen desde lo más hondo de nosotros mismos y de muy lejos. Nos han estado hablando desde antes de nuestro nacimiento y nos revelan que no hay oscuridad en el que nos envió al mundo: sólo hay luz. Son parte de las voces de Dios, que nos llamó desde toda la eternidad: "Mi hijo querido, mi favorito, mi gozo". 

Los enormes poderes de nuestro mundo siguen pretendiendo ahogar esas voces suaves. Pero siguen siendo las voces de la verdad. Este sonido nos quita todos nuestros miedos y nos hace darnos cuenta de que podemos enfrentarnos a la realidad, sobre todo a nuestra propia realidad. Estar en silencio es la primera forma de aprender a beber nuestra copa.  

(Continuará)

(Lo anterior es un resumen de un texto de Henri Nouwen, para compartir en grupo, una vez que hemos leído íntegramente el libro: "¿Puedes beber este cáliz?")