miércoles, 24 de abril de 2013

UNA TEOLOGÍA DEL CUERPO 2...



    Tienes que seguir buscando tu necesidad corporal más profunda, la necesidad de amor genuino. Cada vez que puedas ir más allá de los deseos corporales superficiales de amor, estás haciendo que tu cuerpo te vuelva a pertenecer y te estás acercando a la integración y a la unidad.
    
 En Jesús, Dios se hizo cargo de la carne humana. El espíritu de Dios cubrió a María, y en ella toda enemistad entre el espíritu y el cuerpo fue superada. Así, el Espíritu de Dios se unió al espíritu del hombre, y el cuerpo humano se transformó en el templo destinado a elevarse a la intimidad de Dios a través de la resurrección. A todo cuerpo humano se le ha dado una nueva esperanza, la de pertenecer eternamente al Dios que lo creó. Gracias a la encarnación, puedes hacer que tu cuerpo te vuelva a pertenecer.

Sigo leyendo a Nouwen: “Ni un cuerpo represivo ni un cuerpo permisivo, sino verdaderamente encarnacional”. Una nueva espiritualidad en la que el cuerpo ocupe un lugar esencial. “Tu cuerpo te es dado para reafirmar tu personalidad”. “Confiar en él y escuchar su lenguaje” “Tu cuerpo como una verdadera expresión de quien eres”. Y todo lo anterior entendido en la vocación única:
 “Debes empezar a confiar en tu única vocación y a dejar que se arraigue y se fortalezca en ti para que puedas florecer en tu comunidad”. “Tendrás más confianza en ti y más libertad para reclamar tu lugar único en la vida como un don que Dios te dio”. “Confía en tener una vocación única que vale la pena reclamar y vivir lealmente”.[1]


[1] H. NOUWEN, La voz interior del amor, Buenos Aires, Lumen, 199.., 44-45.

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