Thomas Merton era uno 
de los autores favoritos de Henri Nouwen, sobre todo por el modo en que 
Merton hablaba de los problemas y desafíos de la vida espiritual; entre 
sus libros favoritos escritos por Merton, podemos citar: Semillas de Contemplación, Conjeturas de un espectador culpable, El signo de Jonás, y El zen y los pájaros del deseo.
 Uno de los primeros libros que Nouwen escribió estuvo dedicado a 
Merton, y es evidente al repasar la vida y los escritos de Nouwen 
escuchar ecos de las palabras e ideas del monje trapense. Nouwen pasó 
algunas temporadas en monasterios trapenses, y se hizo acompañar 
espiritualmente de uno de los discípulos de Merton. Fue este mismo, John
 Eudes Bamberger, quien ripostó la afirmación de que Merton y Nouwen 
estaban cortados por un mismo patrón; según él,  ambos se hubieran 
entendido, pero eran dos personas absolutamente diferentes, escribían 
para públicos distintos y desde diversos niveles de experiencia. Henri 
era básicamente un profesor, que comunicaba a un nivel más popular; 
Merton escribía para un público más especializado, y era un poeta, una 
figura literaria. Henri era alguien entregado, de inteligencia notable, 
pero Merton tenía una inteligencia extraordinaria. Creo que estas 
distinciones pecan siempre de subjetividad, y para mí ambos han tenido 
una peculiar experiencia espiritual que han querido y sabido comunicar. 
En ambos, Merton y Nouwen, parece que la escritura fue parte esencial de
 su itinerario de crecimiento y su santidad; necesitan escribir para 
experimentar plenamente el encuentro con Dios; ambos escribieron diarios
 que fueron publicados, y ambos escribieron abundantemente. En uno de 
sus libros Nouwen relata un sueño que tuvo con Merton y que le dejó un 
mensaje de sabiduría muy importante:
“Una
 noche, Nouwen tuvo un sueño acerca de Thomas Merton que le pareció 
significativo. Nouwen y un grupo de religiosas, sin hábito, estaban 
esperando una conferencia de Merton, y entonces, de repente, este 
apareció, “calvo y con un hábito completamente blanco”. Se marchó para 
buscar sus notas, y todas las religiosas se desvanecieron y después 
retornaron con inmaculados ropajes blancos a fin de escuchar al maestro.
 En el sueño, Nouwen salió de la sala para buscar a Merton, al que 
encontró con unos pantalones marrones y una camiseta amarilla. Estaba 
ocupado arreglando algo. Nouwen, haciendo preguntas sobre tornillos y 
destornilladores, trató de ayudarle, pero Merton no le respondió. 
Entonces empezó a lijar un viejo banco amarillo y a repintarlo. Nouwen 
le preguntó dónde podía conseguir papel de lija y pintura; pero de nuevo
 no le respondió, aunque sí le invitó con un gesto a ayudarle. Las 
religiosas estaban esperando la conferencia en el fondo de la sala, pero
 no tenía sentido decírselo. Justamente cuando Nouwen empezó a pintar, 
se despertó. Su interpretación del sueño fue que la vida espiritual no 
consiste en pensamientos, ideas o sentimientos especiales, sino que 
subyace a las experiencias más sencillas de la vida cotidiana”.[1]
[1] M. FORD, Henri Nouwen. El profeta herido, Santander, Sal Terrae, 1999, 177.
[1] M. FORD, Henri Nouwen. El profeta herido, Santander, Sal Terrae, 1999, 177.

 
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